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lunes, 30 de enero de 2012
La fragua del ti Santos
miércoles, 18 de enero de 2012
El arado celeste
Me agrada charlar con nuestros abuelos. Nuestros viejos,
como se decía antes; nuestros ancianos, como se les calificó posteriormente, y
porque incomprensiblemente a alguien le pareció despectivo, ahora hay que decir
mayores…, (¿de qué?) o tercera edad (tercera si que es despectivo, pues se usa
para las categorías inferiores). Tonterías aparte, yo me referiré a ellos como
nuestros abuelos, así, con cariño, con todo el respeto que se merecen las canas
que iluminan sus cabezas, o las calvas que se cubren con las cada día menos
vistas boinas. Cada arruga de su piel encierra información, como lo hacen los
microsurcos de nuestros discos compactos, solamente explorados por la precisión
de la increíble delgadez de un rayo láser.
Nuestros abuelos no necesitan ningún
método de extracción de datos, solamente con querer escucharlos se ven
encantados de argumentar con su experiencia, o volver a contar, casi con las
mismas palabras, los relatos y las enseñanzas que oyeron con atención de sus
abuelos, que a su vez memorizaron los de los suyos…, y ésta cadena, supongo, es
la que conocemos por sabiduría popular: Experiencia, memoria y práctica. Algo
que me parece imposible de grabar en el más perfecto sistema de reproducción de
datos, se almacena naturalmente en el ser humano, para beneficio de la especie.
En la última charla que tuve con algunos de ellos, al sol, en esos minutos que
“se toca la lengua” el domingo, antes de su obligada misa, les pregunté acerca
de sus conocimientos del firmamento. Enseguida me nombraron la estrella polar,
que dudo conozcan, por ser una estrella famosa, pero débil. No empezamos mal.
Después, la osa mayor y la osa menor. De la osa menor también tengo dudas, por
el bajo brillo de 4 de sus 7 estrellas principales, normalmente se nombra de
oídas, por lo de mayor y menor. Pero la osa mayor si que la conocen
perfectamente, indicaron su posición, al norte, y el nombre con la que se
conoce: el carro. Bueno, habría que decir que el carro es un asterismo, no es
la osa mayor, sólo son 7 estrellas, (u 8 para los de vista perfecta), de las
más de 80 que componen la constelación completa.
Recuerdo el parte
metereológico de mi admirado Maldonado en la tele. Señalaba al norte y decía “septentrión,
o zona septentrional”. El origen de esa palabra tan rara es el carro, las 7
estrellas que los romanos llamaban bueyes, y eran para ellos los siete bueyes,
los “septen triones”, los causantes del movimiento estelar porque juntos tiraban
del carro del firmamento.
Volviendo a nuestros abuelos, también me hablaron de
“la piña”, siempre alta en el cielo. Sin duda son las Pléyades, ese otro
asterismo conocido desde los albores de la humanidad, que se ve mejor con
visión indirecta, con más nitidez que mirándolo fijamente. A simple vista siete
estrellitas, incontables a través de un telescopio, y ciertamente parecen
apiñadas, con forma de carrito. Y entonces surgió la auténtica sabiduría
popular, cuando me nombraron “el arado”.
Al carro de la osa mayor también se lo conoce como cazo, o arado, o de
otras formas, pero no me hablaban de éste arado, si no “del que sale después de
la piña, y son otras 7 estrellas”. Lo recordaron como el reloj nocturno, por la
altura en el cielo calculaban en distintas estaciones la hora de salir de los
“hiladeros” para ir a dormir, para madrugar e iniciar un largo viaje o realizar
tareas agrícolas, como arar o segar.
Este arado, como en nuestra zona agrícola
y ganadera no se podía llamar de otra forma, lo componen las cuatro estrellas
del casi perfecto cuadrado de Pegaso, y las cuatro más brillantes de Andrómeda.
¿8? No… y si, pues Andrómeda y Pegaso comparten una estrella, Alpheratz, que
antes se llamó Delta Pegasi, pero ahora se clasifica en Andrómeda como Alfa
Andromedae. La forma parece la de otro gran carro, las estrellas de Andrómeda
serían la vara del arado, que llamamos “cabijales”, el cuerpo y la reja serían
las otras tres de Pegaso, con forma triangular, y perdonad mi osadía si sugiero
para la “manjera” del arado dos estrellas, una con dos feos nombres: por el
alfabeto griego, “eta pegasi”, que nos recuerda el terrorismo; y su nombre
propio, “Matar”, coincidencia lingüística que nada tiene que ver con la muerte, pero lo cierto es que junto
con “pi pegasi” el reloj-arado de nuestros abuelos se vería más parecido a su
imprescindible arado removedor de tierra, el que un día salió de los portales
de sus casas para quedar amarrado a lo más alto del cielo, enaltecido para
siempre.
P.D.- Representación del arado celeste, y con líneas rosadas,
para que quede completo, mi sugerencia.
sábado, 14 de enero de 2012
El cambio de milenio
Repasando
viejos apuntes de astronomía, me ha vuelto a la memoria un tema harto discutido
hace ya una docena de años: Cuando fue el cambio de milenio. Quizás ya no venga
a cuento escribir sobre algo anticuado y además por aquellas fechas tan empapado
en tinta, y demasiado, diría yo, porque dejó de ser un bonito tema de discusión
para convertirse en un agobio. Pero ya que recientemente he nombrado a Dionisio
el Exiguo, monje encargado de buscar la fecha del nacimiento de Jesús, no puedo
menos que echarle un cable, porque a la hora de realizar aquella tarea, seguro
que no tuvo mucha más información que la que disponemos en la actualidad:
tablillas, papiros, cerámicas…, el despilfarro de papel es una enfermedad
humana demasiado reciente. En aquella época las comunicaciones eran escasas y
complicadas, la primera reacción de los poderosos ante una noticia poco
adecuada era rebanarle el cuello al mensajero, la superstición y la astrología tenían
demasiada influencia en el correcto razonamiento y los escritos no se leen, se
interpretan, así que creo que Dionisio no lo hizo tan mal, que la fecha del
comienzo es intrascendente. Pero de lo que no lo podemos culpar, por lo que
parece la causa de los males, es de no haber comenzado a contar por el año
cero. Y por otra parte se suele justificar argumentando que lo desconocía, que
fue un invento posterior. Y yo pregunto, porque nunca he comprendido… ¿Qué
demonios es eso del año cero? Yo mismo, y perdón por ponerme de ejemplo, jamás
he contado mi año cero. ¿Se supone que llevo mal las cuentas y tengo un año
más? El cero es un número que expresa una cantidad nula, año cero no es año, no
es tiempo, como cero euros no es dinero, es cero patatero. Yo pienso que el
primer minuto de vida, al nacer, ya forma parte del año uno, que se cumple o completa
el día del cumpleaños, a los aproximadamente 365 días. A partir de ahí decimos
año uno, erróneamente, cuando el primer segundo tras el cumpleaños ya
consumimos tiempo del año dos. Con otra medida del tiempo, las horas del reloj,
ocurre tres cuartos de lo mismo, y nunca mejor dicho, porque a partir de tres
cuartos de hora, ya lo decimos bien. Y sigo queriendo pensar que a la una no
comienza la una, a la una termina la hora una, a partir de ahí diremos la una y
cinco (minutos de las dos), la una y diez… aunque lo correcto sería decir las
dos menos cincuenta, las dos menos cuarenta, etc, como muy bien decimos las dos
menos cuarto, las dos menos diez… y las dos se cumplen a las dos, es obvio. Esto
ocurre porque el tiempo se ordena con números ordinales, como los que
diariamente usamos para contar cosas sin mencionar el cero, y por eso no hay
año cero, siglo cero, milenio cero, ni día del mes cero. Fue en la segunda
mitad del siglo XX cuando por el vocabulario militar estadounidense, la numeración
de los relojes digitales y la práctica de cronometrar tiempos, se comenzó a
usar el concepto de tiempo cero. El problema del calendario está en los años
antes de cristo, cuando el 1 de enero del 753 se contabilizó como el año 1
antes de Cristo, de tal forma que del año 2 a . C. al año 2 d. C. no hay 4 años, si no 3. Y
del 1 de enero del año 1 d. C. al 31 de diciembre del año 100 no hay un siglo,
sólo 99 años, y del 1 de enero del 1 d. C. al 31 de diciembre del año 1000, por
el mismo problema, 999 años, por eso hay quien propone los cambios de siglo o
de milenio el 31 de diciembre del año siguiente. Pero también podríamos pensar
que si Jesús nació en el 753 del calendario romano, o de cuatro a siete años
antes, importa poco, lo que nunca sabremos es el día de su nacimiento, la gran incógnita.
No nació el 25 de diciembre, esa fecha se utilizó porque era un importante
acontecimiento heredado de antiguas culturas, el "Dies Natalis
Invicti Solis" (día del nacimiento del Sol invicto), fecha establecida por
el emperador Aureliano hacia el año 274, y Jesús representaba el nuevo sol que
vencería las tinieblas. Tampoco nació el 1 de enero, lo hizo a lo largo de un
año. Dionisio, creyendo que fue en el 753 del calendario romano, propuso la
nueva era desde el uno de enero del año que comenzaba. El que quiera año cero
que divida en dos el 753 y problema resuelto. ¿Que a causa de la división, por
ejemplo, un año puede tener 100 días y otro 265?, bueno, no serian los primeros
años raros: el año 45 antes de C. tuvo 445 días (César lo llamó “Últimus annus confusionis”,
el último año de la confusión, y su pueblo por burla suprimió lo de “Últimus”),
y en Europa el 1582 después de C. se quedó con diez días menos, suprimidos del
mes de octubre por bula del entonces Papa Gregorio XIII, reforma que fue
seguida por el resto del mundo en distintas fechas, la última fue China en 1949. Y si no se
soluciona antes, en 4909 habrá que corregir otra vez el calendario
suprimiéndole un día a un año. La verdad es que hay otra solución mejor,
sugerida en 1740 por el astrónomo Cassini (hijo del más famoso Giovanni Doménico Cassini), y se llama calendario juliano
proléptico. Simplemente se corrigen los años negativos, porque nunca 365 días
antes del año 1 d. C. tendría que contarse el 1 a . C., si no el punto de
partida, el día del nacimiento, el día que comienza la cuenta y que se completa
el día 1 d. C., aunque luego a los siguientes 365 días le siguiéramos llamando
año 1, y así el siglo tendría sus 100 años, el milenio sus 1000… y la humanidad
un tema menos de debate.
P.D.- La foto del encabezamiento es del amanecer del "Invicti Solis", del 25 de diciembre, la de abajo su ocaso.
domingo, 8 de enero de 2012
La estrella de Belén
La
palabra más repetida el 6 de enero de cada año, es sin duda “ilusión”, pero la
ilusión del entusiasmo, de la alegría, no la que carece de fundamento en la
realidad. Porque el 6 de enero se celebra la festividad de los Reyes Magos,
basada en un hecho histórico con matices de leyenda, que a través de los siglos
se ha ido reconstruyendo hasta completar una de las tradiciones cristianas más
entrañables. Los escasos textos bíblicos, del evangelio de San Mateo, y otros
apócrifos, nos hablan de unos magos que vinieron a Belén desde Oriente
preguntando –“¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos
visto su estrella y venimos a adorarlo”. El rango y el número de los magos se
estableció en el siglo IV por el pensador Orígenes, uno de los tres pilares de
la teología cristiana, que defendía el mismo número de individuos que de
regalos: Melchor, anciano de raza blanca con barbas del mismo color, regaló
oro, que representa la naturaleza real de Jesús; Gaspar, de mediana edad,
asiático, le regaló incienso, por su naturaleza divina; Baltasar, joven de raza
negra, le regaló mirra, que simboliza su naturaleza humana. Las tres edades del
ser humano, (vejez, madurez y juventud), los tres continentes conocidos en la
antigüedad, (Europa, Asia y África), o los tres hijos de Noé que tras el
diluvio se separaron para poblar la tierra. La fecha del nacimiento, o la
visita de los magos, la estableció erróneamente Dionisio el Exiguo en el año
525 de nuestra era, proponiéndola para el año 753 del calendario romano, cuando
es un hecho constatado que el rey Erodes I el Grande, famoso por la matanza de
niños menores de 2 años, murió hacia el 750 de dicho calendario. Otro hecho
histórico es el edicto de empadronamiento promulgado por el emperador Augusto,
nombrado también en el Evangelio de San Lucas, que tuvo que acatar San José
para empadronarse con María, que estaba encinta. Por estas razones, Jesucristo
tuvo que nacer de 4 a
7 años antes de Cristo, un anacronismo conocido y aceptado ya en el siglo VI. Para añadir exactitud a la
fecha, (o confusión), podemos echar mano de la astronomía, ya que en dichos
textos se menciona una estrella, que guía a los magos hasta Belén.
Concretamente utiliza la palabra “stella”, que puede significar indistintamente
estrella o grupo de estrellas, constelación, o conjunción. Pero también pudo
ser un cometa, una nova, una supernova o alguna catástrofe planetaria, por no
hablar de otros fenómenos fantásticos que no me atrevo a sugerir. En el año
1606, Johannes Kepler, astrónomo y matemático alemán, ya sugirió que la
estrella pudo ser la conjunción de varios planetas en el año 7 antes de Cristo
en Piscis, y astrológicamente hablando, piscis simboliza un pez,… y la religión
cristiana. Esta conjunción ocurrió 3 veces en el mismo año, lo que pudo alertar
a los magos, que sin duda eran astrólogos con grandes conocimientos de
astronomía. Pero recurriendo a las observaciones de los astrónomos chinos, que
nos dejaron con gran detalle anotaciones de todo lo que vieron extraño en el
cielo a lo largo de más de 4 milenios, el 31 de marzo del año 4 antes de Cristo, (fecha transcrita de su
calendario), una estrella apareció cerca de Altair, la estrella más brillante
de la constelación del águila, además en conjunción con la luna en cuarto
menguante, por lo que fue extremadamente brillante y no dejó restos que hoy
pudiéramos verificar, siendo la hipótesis más aceptable una nova. Pues ésta
podría ser la estrella que guió a los magos, alertados antes por una triple
conjunción, una estrella que representamos con forma de cometa, con una larga
cabellera, una estrella que decora nuestras calles, nuestras casas, nuestra
Navidad, y que a menudo viaja con nuestros mejores deseos dentro de un sobre,
precediendo en la ilustración a la cabalgata de unos Reyes Magos, que recorrieron
más de 1300
kilómetros para visitar a un recién nacido en el mísero
portal de un pequeño pueblo de Judea. ¡Cómo no va a ser entrañable la Navidad!
sábado, 7 de enero de 2012
La casa rural te desea... feliz año 2012
Casa
rural “el molino”,
lugar
bello y placentero,
donde
le gusta al viajero
hacer
alto en el camino,
para
comer y beber
y
llenar bien el botillo,
sin que
precise tener
mucho
dinero el bolsillo.
Porque
lo quiso el destino,
Congosta
no tiene igual,
y en su
paisaje divino,
para
una vida tranquila
se
halla la casa rural
denominada
“El Molino”.
Bernardino
Martinez Peral.
molino_rural.pps
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