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miércoles, 30 de octubre de 2013

Ayoó, en tierras de lobos.


Santos, mi abuelo materno, era una persona alta, robusta, curtida del trabajo y sana hasta que a los 59 años, y en solamente 3 meses, una leucemia puso fin a su vida, dejando a mi madre huérfana con 22 años. Mi abuelo era un hombre valiente, decidido, seguramente, como todos los de su época, no conociera más miedo que el de no poder atender con la familia. Por eso nada se interponía en su camino al trabajo, y según cuenta mi madre, cuando llegaba el tiempo cogía el pote, llenaba las alforjas del caballo con lo que consideraba necesario, uñía (uncía) las vacas al carro y se marchaba varios días “al monte” a arar y sembrar para no perder tiempo en idas y vueltas a casa. Estaba solo, dormía a la intemperie, y no temía ni a bichos ni a temporales; tampoco necesitaba reloj, ni calendario, y solo al acabar la faena volvía feliz como si apareciera de un sosegado paseo.

 También trabajó de criado en Villalís y en Villamontán, en la Valduerna, a unos 30 km por carretera de su pueblo, Calzada de la Valdería. De allí iba y venía andando, pero por algunos caminos del monte, para ahorrar caminata. Viniendo, en una ocasión, llegó ya al atardecer a Herreros de Jamuz, cuando los pastores recogían el ganado. Como lo conocían, le preguntaron qué hacía tan tarde por allí. Él le dijo que venía a casa. Los pastores, y más gente que había por la calle le advirtieron que el lobo llevaba un tiempo atacando los ganados, que no era recomendable viajar solo y mucho menos de noche. Le ofrecieron varias casas donde cenar y dormir, propuestas que mi abuelo rechazó agradecido; solo le apetecía estar con la familia. Se despidió de aquella generosa gente, y a la salida del pueblo, en un montón de leña, encontró el pico de una pernilla, que echó al hombro y comenzó a caminar resuelto hacia el monte, en la dirección que tantas veces había repetido.

La noche despejada le regalaba una buena luna, poco frío, el camino seco…, y llevaba una especie de arma y una gran confianza en si mismo; nada se podría interponer en su propósito. En un lugar llamado el Monte del Río, la última llanura antes de bajar a la Valdería, cuando giró la cabeza, contaba mi abuelo que vio un lobo, uno muy grande y había visto muchos, que lo seguía a cierta distancia. Lo ignoró un buen rato, hasta que juntos oyeron el sonido del río Éria, él como alivio y el lobo como señal de ataque o pérdida de la presa, así que se le plantó delante y rugiendo “le enseñó los dientes”. Sin pensarlo dos veces, mi abuelo asestó un formidable golpe, que al lobo, gracias a su habilidad, solo le rozó las costillas y huyó espantado; pero el pico de pernilla se hizo astillas contra el suelo, y el brazo derecho que lo sujetaba, al parecer, quebró en varios sitios.

Aunque por lo que veo creo que ninguno de sus genes me pertenece, me siento orgulloso de pertenecer a la estirpe de aquel hombre intrépido, audaz, que conocía defectos, virtudes y manías del lobo como otras tantas de otros animales de la naturaleza en la que convivía en armonía. Sobre éste decía que “por la noche, el lobo es el amo del mundo”, bien entendido que el mundo no va más allá de la propia vida de cada uno, que no se debe jugar con quien no conoce ni perdón ni reglas de juego.

 El lobo es el hermano salvaje del mejor amigo del hombre, el perro. Ya desde niños, la cultura popular nos predispone en su contra. Así recordamos cuentos inmemoriales en los que aparece encarnando el mal, como los de Caperucita Roja, los 7 cabritos y el lobo, los 3 cerditos, el lobo flautista, Pedro y el lobo, etc. Y es que la continua invasión de territorios ha creado un importante conflicto entre lobos y humanos, que ha llevado a este animal a los límites de la extinción. Como en otros temas, la opinión pública se divide en tres grupos: los “supuestos” defensores naturalistas, que están a favor y con la proliferación de esta especie nada tienen que perder; una inmensa mayoría que vive ajena, indecisa, despreocupada; y el sector agrícola y ganadero que tiene que convivir y batallar con los efectos beneficiosos y también desastrosos de la presencia del animal.

Un ataque no es una sola presa muerta, el lobo enloquece y asesta un mazazo psicológico y económico a las ganaderías, aunque también hay que reconocer que los agricultores lo necesitan para controlar poblaciones de jabalíes, corzos u otros animales dañinos para la producción agrícola. Encontrar el equilibrio es importante y tarea de todos. Concienciar y educar son, entre otros, son los objetivos del proyecto de cooperación interterritorial y transnacional del proyecto WOLF presentado el pasado jueves por la tarde en el Centro de Turismo Rural El Molino de Congosta, al cargo del Grupo de Acción Local Macovall 2000, al que asistieron una treintena de personas.

Recordemos que los casi 60 Km2 del municipio de Ayoó están incluidos en tierras de lobos. Lo atestiguan topónimos como Peña Lubio (peña del lobo); a su falda está el Couso (trampa para cazarlo); y cerca de Ayoó Pequeñino Huerga Lubio, valle donde pudieron ser vistos con asiduidad. Yo me los he encontrado por dos veces. La primera en los Ingirios, al lado de la ermita de San Mamés. Era por la mañana, bajaba a trabajar y ya cerca del Almucera observé una pareja, uno de ellos con pelaje blanquecino. Paré y busqué mi cámara, pero en dos brincos se ocultaron entre la maleza que bordea el río. La segunda vez fue uno solo, en el camino Fuente Encalada, en medio de Valdecalas. Estaba disfrutando del paseo dominical con mis perritas cuando a lo lejos lo vi. En un principio lo confundí con un zorro grande, pero al acercarme y advertir sus modales de acecho y fuga, y el comportamiento de mis mascotas, que no salían de entre las piernas, comprendí el peligro y volvimos al pueblo. Posteriormente amigos cazadores me confirmaron haberlos visto por esas zonas.

En tierras de lobos también es un estudio etnográfico y de patrimonio cultural en torno al lobo, un libro y un vídeo imprescindibles para mentalizarnos que es necesario colaborar para no lamentar la pérdida del mítico animal de nuestros montes. Un refrán, muchas veces repetido por su valiosa enseñanza, dice que “burra de muchos, comióla el lobo”. Alude a una hipotética burrita, que tantos dueños tenía que a fuerza de relegar responsabilidades quedó una noche sin recoger y el lobo le dio fin. El lobo es incumbencia de todos, no dejemos que se coma a si mismo.













martes, 22 de octubre de 2013

El vino... es la leche.


Para los amantes de la vinicultura, un par de curiosidades que se dicen por estos nuestros pueblos, para un poquito de reflexión. La primera es un cuento con moraleja, y la segunda, contada aparte, es la moraleja del cuento, que abreviado venía a ser así: Era un padre vinatero, que en el lecho de muerte mandó llamar a sus numerosos hijos para revelarles su gran secreto, transmitido verbalmente en un momento parecido por su padre, que a su vez de la misma manera le contó el abuelo. –“Quiero que sepáis, hijos míos, que el vino también se puede hacer solamente con uvas”. La moraleja la conocen también los ganaderos, y dice que tanto el vino como la leche, permiten añadirle o sustraerle gran cantidad de sustancias mientras no varíe el color. No digo que con esto empeore el resultado, pero si que se transforman productos que originariamente son extraordinarios en subproductos que seguramente no debieran conservar el nombre propio, porque ni de lejos mantienen sus cualidades naturales. Tanta manipulación nos lleva a situaciones cómicas, como la de la bebida refrescante con sabor limón, y el fregasuelos con limones naturales. Con el vino y la leche sucede parecido, cuando comienzan el proceso de industrialización para la posterior comercialización, entran en un estado de decadencia para supuestamente conservar o modificar para mejor las virtudes de lo que ya roza la excelencia. Y lo curioso es que ambos productos en estado natural ya no son tolerables por gran parte de consumidores, porque han adaptado paladar y hábitos a las nuevas composiciones.

Para encontrar vino y leche, originales, hay que volver a los pueblos, donde todavía se siguen métodos tradicionales. Así en Vidriales, por ejemplo, se sigue elaborando el vino como el vinatero de antaño, y de forma mucho más escasa, se puede consumir leche con todas las bondades del reciente ordeño de los animales. Y en los mismos pueblos, buscando la perfección, sería necesario también dar un paso atrás para encontrar la verdadera y auténtica calidad; para ello hay que hablar del terruño, el responsable real de las cualidades naturales. Por eso cualquier animal alimentado con lo que genera la tierra, sin química ni genética, nunca tendrá ni punto de comparación con los hacinados en granjas, forzados a piensos y medicaciones diseñadas para mayor producción, y por tanto beneficio industrial. Con el vino sucede igual; y ya es difícil encontrar quien labre las viñas, verdadero origen del vino, quien abone sin cómodos productos químicos y quien no aplique herbicidas u otros potingues. Todo esto, nos guste o no, la planta lo absorberá del suelo y nos lo devolverá en sus frutos. Es una ley natural.

 Pero dejémonos de leches y centrémonos en las uvas, finalizando la comparación con una frase célebre de Plinio el Viejo (23 – 79): “El vino es la leche de los viejos”, donde queda reflejada la conveniencia de tomar vino moderadamente. Largo y tendido se ha escrito, y se sigue escribiendo, como podéis ver, sobre el vino (yo pongo el punto de discordancia). Mucho menos se hace sobre las uvas, olvidadas, arrinconadas, y sin embargo, como es obvio para quien lo aprecie, verdadera base de un buen y natural caldo. De uvas no sabe más quien más tiene, o quien más produce, si no quien mejor las cultiva, por lo arriba expuesto y siguiendo, ha quedado claro, métodos tradicionales. Pero hablar de uvas en tener en cuenta la tierra, el sol, el aire, el agua… y además de otros factores a las múltiples variedades. Algunas no son aptas para vino, otras son menos comestibles, aquí como en otras cosas interviene el gusto, pero no basta conocer media docena o seguramente hablar de oídas; para hablar de uvas con autoridad es necesario abonar, plantar, injertar, podar y vendimiar, y en todas las variedades que permita la zona. Parece imposible, y sin embargo es dedicación, amor por la tierra.

 Es un orgullo nombrar aquí a un auténtico viticultor, un gran amigo que se escapa de la capital a cultivar con mimo sus cepas, sin esperar de ellas más rendimiento que el de agradecerle su deliciosa cosecha. Su nombre es Santiago, conocido en la zona como “El Perdido”, quien ha recogido en una viña todas las variedades por él conocidas del valle de Vidriales, zona eminentemente vinatera. Para ello injerta como siempre se hizo, sobre bravo, algunas con nombres propios, otras con los aceptados. Su viña es un paso atrás, donde se puede encontrar mezcolanza de colores, diversidad de sabores, y a la par historias de viajes con injertos en la mochila, técnicas de cultivo, relatos de vendimias… El vino, como tal, comienza aquí su andadura.

Nunca creí que se cultivaran en Vidriales tanta cantidad de variedades de uva. Santiago el Perdido ha recogido y mima éstas: Pedro Torres falsa, Moscatel rojo, Tinta Madrid (Tempranillo), Garnacha roja, Negro de garita, Blanca sin pepita, Machuna, Negro del cuete, Pedro Torres roja, Moscatel blanco, Negra de Mª Luisa, Jerez (Redondal), Riesling, Morisco, Negro chilán, Blanca de Pedrones, Tinta la cacha, Viura (Macabeo), Tintorera, Juan el herrero (mi favorita para comer)(Bobal), Moscatel del guardia, Pasas de Corinto, Cariñena, Santa Paula, Morisco verde, Cabernet, Blancón, Mencía, Tío Robustiano, Mesa de Alicante, Picudo (negro), Verdejo (mi vino predilecto)(picudo blanco), Moscatel romano, Aragonesa, Blanco España, Tintorera especial, Teta de cabra, Garnacha negra, Sanabresa… ¡Uf!, Perdona, Santiago, si se me quedan algunas en el tintero, es que yo también estoy perdido.

Antaño talegones, ahora cajas de plástico arrebatan a las cepas su dulce tesoro para acabar en una estilizada copa excitando nuestros sentidos. Ojalá este camino siempre fuera respetuoso para un hablar de un resultado óptimo. Plinio, filósofo y naturalista, también decía que “El hombre debe al vino ser el único animal que bebe sin sed”. Plauto, molinero por necesidad, ironizaba: “El mayor mal del vino es que empieza por agarrarse a los pies: es un luchador habilidoso”. Pero una de mis frases favoritas partió de boca de George Brassens, poeta y cantautor: “El mejor vino no es necesariamente el más caro, sino el que mejor se comparte”. Y para compartir, nada como un buen brindis:

Vino que naces de las verdes matas,
tu me crías, tu me matas,
“pa” que veas que te quiero
entra por este agujero.

Ahora sí; ¿hablamos de vinos?... ¡Salud!




 


















viernes, 11 de octubre de 2013

Fray Domitilo de Ayoó



Me es difícil escribir a cerca de personas como Felipe Avelino, que finalizó su corta vida de forma innecesaria, incomprensible y además cruel. Y más difícil todavía a sabiendas que nada sé de aquellos tiempos que corrían, que los que no vivieron se empeñan en recordar y los que si lo hicieron no quieren más que olvidar. Pero si hemos de olvidar los hechos, jamás a las personas; necesitaremos de sus vivencias para no caer en los mismos errores que no hacen más que engrosar la larga lista de miserias humanas. Esta historia comienza el 3 de septiembre de 1907 en Ayoó de Vidriales, cuando nació Felipe Avelino Llamas Barrero. Sus padres, Avelino y Margarita, lo bautizaron a los tres días en la pila bautismal de su Iglesia, como así consta en los archivos parroquiales. Como alumno de la escuela que había en la plaza de la Audiencia, destacó por su inteligencia, vivo ingenio y pronta memoria. Por estos méritos, y a petición propia, ingresó sin dificultad en el Seminario Seráfico del Pardo, donde cursó estudios de latín y humanidades. El 2 de agosto de 1923 pasó al convento de los Capuchinos de Bilbao, tomando el nombre de Fray Domitilo de Ayoó. Al año siguiente, tras el noviciado, fue enviado a los Seminarios Mayores para seguir los cursos de Filosofía, Sagrada Teología y Elocuencia Sagrada, terminando los estudios con el título de Predicador y la Ordenación al Sacerdocio; era el 30 de mayo de 1931. Un año más tarde encontró destino en el convento de Montehano, en el municipio de Escalante, Cantabria. El histórico 18 de julio del año 1936 le llamaron para predicar en la fiesta sacramental de Bocines, que el vidrialés aceptó a sabiendas que se aproximaba una seria revuelta. Comenzó su sermón con las palabras - “España está atravesando un momento de peligro; es necesario que pidamos por España”, lo que fue tomado por un acto político, con consecuencias funestas; ya no pudo volver al convento. Se hospedó en casa del párroco de la localidad, y luego en una casa de un particular llamado Diego Cuervo, donde le aconsejaron quitarse el hábito; él declinó con valentía y respeto a sus principios, alegando que “mi regla me lo prohíbe”. Una noche, sobre las 5 de la mañana, irrumpieron en la casa cinco milicianos a buscar al Padre Domitilo; él se presentó ante ellos, pidió permiso para lavarse y desayunar, a lo que accedieron, y se despidió de su anfitrión con estas palabras: - “Adiós, don Diego, hasta la eternidad, porque a mí me van a matar”. Fue forzado a ir corriendo a la Iglesia de Candás, convertida en cárcel, donde más tarde procuraría tranquilizar y animar a los demás detenidos. Sus carceleros varias veces le ordenaron quitar el hábito y recortarse la barba, a lo que mientras pudo se negó, sólo por la fuerza, a última hora, lo consiguieron. Él decía - “Mi mayor dicha es morir con mi hábito, para eso me hice religioso”, y a sus compañeros - “Si nos matan, estad alegres, porque volaremos al cielo”. Al padre Domitilo se le propuso escapar de aquella cárcel por una ventana, abajo le esperarían y ocultarían salvando así la vida. Él les contestó - “No puedo, porque al darse cuenta por la mañana los guardianes de la cárcel que me he fugado, matan a todos los presos aquí detenidos. Yo no tengo quien me llore; mas éstos tienen hijos, esposas, padres, novias, a quienes deben atender cuando se vean libres de la prisión”. El reloj de bolsillo, su único bien material, se lo dio a uno de sus carceleros, el que escuchaba atentamente cuando el Padre Domitilo hablaba de religión, y le dijo: - “Si muero, quédese con él; si vivo vendré a buscarle”. El 6 de septiembre de 1936, a las 2 de la mañana, entraron en la Iglesia unos marxistas, y por lista llamaron al Padre ayoíno y una docena de presos más, a quienes ataron y llevaron a Peón a fusilar; eran en total 23 personas. A sus ejecutores pidió un último deseo, el de ser el último, para dar la absolución a sus compañeros. De una fosa común, el 21 de febrero de 1938, fue exhumado el cuerpo de Felipe Avelino Llamas Barrero, el Padre Domitilo de Ayoó, posteriormente enterrado, ya cristianamente, en un nicho en el cementerio de Gijón, y cerrado con una lápida sin inscripción alguna. El próximo 13 de octubre en Tarragona, 522 mártires, entre ellos nuestro Ayoíno, serán beatificados en la que será la mayor ceremonia en la historia de la Iglesia Española. El lema será: “Los mártires del siglo XX en España, firmes y valientes testigos de la fe”. Fueron personas que murieron en una lucha fraticida, sin empuñar más arma que la de ser fiel a sus creencias religiosas; personas que ocupan actualmente una laguna mental en la polémica Ley de Memoria Histórica. Pero la Iglesia como comunidad no puede olvidar a sus mártires, como el Padre Domitilo, que entregó su mejor bien a sus asesinos; no su reloj, si no su comprensión y perdón. Ayoó de Vidriales, el pueblo natal que escogió para llevarlo junto a su nombre, le recuerda también y le honra; una placa al lado de su homólogo Fray Luís Blanco Álvarez en la Iglesia Parroquial y nuestro reconocimiento nunca serán suficiente retribución para tan nobles méritos. El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En su artículo primero por extensión, y en el 18 por definición, garantiza la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, así como la libertad de manifestar su religión o creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia. Nuestra constitución, en vigor desde el año 1978, establece la garantía de libertades ideológicas, religiosas, y de culto de los individuos y las comunidades, sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público. Preceptos a tener en cuenta para garantizar el supremo derecho de la vida, negada a nuestros mártires por entenderla de distinta forma. En nuestra memoria han labrado un sitio, en un lugar de su cielo,
un hogar.








jueves, 3 de octubre de 2013

Bebedera, la fuente encalada


No me pareció correcto añadir, al artículo de D. Pedro Fernández de Fuente Encalada, el pequeño reportaje fotográfico que tenía preparado de su supuesto, que no imposible, pueblo natal. Fuente Encalada es un pueblo típico vidrialés, con sus casas de materiales naturales y autóctonos, piedra, barro, tapia, madera… entre las que florecen nuevas construcciones. Pero sin duda su edificio más emblemático es una joya arquitectónica del siglo XVI, su iglesia parroquial consagrada al Salvador, a él dedicaremos otro tiempo. 

Fuente Encalada es también un nombre toponímico paradójico. Alude a un pequeño edificio, levantado sobre un manantial, que lo preserva de agresiones atmosféricas y de animales para que el agua esté en óptimas condiciones para el consumo humano. Fuente también se llama el mismo manantial, sin edificio, pero en este caso, la segunda palabra “Encalada” deja claro que en este pueblo lo hubo, y además que lo embellecían o desinfectaban con lechada de cal. Lo hubo, y he aquí la contradicción, porque en las calles de este pueblo vidrialés hay varias fuentes de agua conectadas a la red de abastecimiento, que vierten el líquido elemento en grandes depósitos circulares, conjuntos cuidadosamente encalados, o mejor, blanqueados, pero la antigua y auténtica fuente, la llamada fuente “Bebedera”, desde que perdió su manantial, está desaparecida porque fue demolida, retirados los escombros e igualado el terreno. 

Sólo con las explicaciones de algún habitante, y si es de avanzada edad mejor, conoceremos el exacto emplazamiento y sus características. Parece ser que la base era, como poco, romana, de forma cuadrangular. Recordemos que a pocos metros transcurre la calzada que unía Astorga y Braga (Portugal), la vía 17 del Itinerario de Antonino, y las fuentes importantes cercanas, como puntos de abastecimiento animal y personal, fueron señalizadas, empedradas y cuidadas. 

Los últimos recuerdos de la gente nos describen como era la fuente antes de ser demolida: Tres de sus cuatro lados, y el techo abovedado eran de “hormigón”(seguramente mortero de cal y canto). En su frontal, una gran losa de piedra hacía las veces de barandilla para inclinarse en su interior con el recipiente y recoger el agua. 

El médico local, Don Abelardo, hombre recordado con respeto y admiración, aconsejó, por evidentes motivos higiénicos, cerrar el cuarto lado de la fuente, y colocar un “caño”, un tubo por donde se pudiesen llenar los recipientes sin meterlos y enturbiar o contaminar el agua que luego sería consumida. Al menguar el manantial se siguieron sus consejos; se demolió el hormigón para limpiar y ahondar la fuente, se labró un pequeño pozo delante para donde había que descender por unos escalones, y se le agregó un tubo para la salida del agua. Luego se edificó encima una pequeña caseta de ladrillo “de muro” (el de 3 agujeros), con el tejado “a dos aguas” y se revocó de mortero blanqueándolo con cal. 

El caudal siguió mermando hasta su total extinción, parece que la proliferación de los pozos artesianos artificiales tuvieron algo que ver, (los principios de la física no perdonan), entonces acabó demolida por completo, rellenando con tierra el hueco y perdiendo cualquier signo de identidad, tal como la encontramos muchos años. Sin embargo, un nuevo y misterioso manantial de aguas frías y cristalinas amenaza profundo y derrumba las cercanas cuevas centenarias, desde que las máquinas excavaron el suelo para el soterramiento de cables y tuberías. El agua erosiona, por arriba y por abajo, en este caso destrozando el esfuerzo de unos hombres que buscaron bajo tierra frescura y conservación para sus vinos, unas obras totalmente irrecuperables. 

Quizás, después de analizar estos hechos, deberíamos plantear y meditar algunas cuestiones, y después intentar, al menos, actuar en consecuencia. La primera es una frase de Enrique Pestalozzi: “tarde o temprano seguro que la naturaleza se vengará de todo lo que los hombres hagan en su contra”. La segunda es la dejadez en torno a nuestros orígenes, no importa si es el monumento más antiguo, o el testimonio de nuestras propias raíces. En este caso, de este pueblo vidrialés, como consta en los archivos de heráldica, partió el apellido “Encalada”, que comparten en España más de 600 personas y otras tantas en el resto del mundo, en especial Ecuador, Perú y Argentina. Es difícil, sin la fuente y sin recurrir a la mentira, explicar el apellido o el origen del pueblo, como me parece difícil comprender la total desaparición de este icono de riqueza y vida. 

Hace unas semanas, una capa de grueso hormigón, para mayor agravio, sepultó por completo la zona, sin un triste epitafio recordando tan vetusta y honorable desaparecida. Como la fuente “Bebedera”, muchas  han quedado secas, destruidas, abandonadas. Por ellas, un viejo refrán: “El viajero que sed siente, se agacha y besa la fuente”. Ojala nunca seamos viajeros con nuestras fuentes…



























 P.D. El lugar de la fuente "Bebedera"