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domingo, 9 de noviembre de 2014

Los Pendones del Almucera



Cuando de niño no tenía hambre, recuerdo que me animaba mi madre diciendo que “el comer y el rascar, solo es el empezar”. Con los Pendones parece suceder lo mismo; es nombrarlos y aparecer, y no precisamente por suerte la gente se preocupa, los enseña con agrado y consideración, y donde no se conservan los intentan recordar como si de algo grande, transcendente, se tratara. Vidriales los tenía, y muchos; algunos documentados, como veremos más adelante.

Nuevo sábado de pendoneo, de investigación, con tiempo frío y propio de noviembre. El sol no pudo esquivar las indolentes nubes y mostrarnos su cara amable y de agradable fulgor para acompañarnos en nuestras fotos. En fin, punto de encuentro el céntrico Santibáñez, en el Sandra, mítico sitio de ocio vidrialés. Como en el cuento, tres fuimos tres, un invitado de honor, el incansable Jose Antonio Ordóñez, Alma Mater de Pendoneros de León (quien además ha acuñado un nuevo atributo para distinguir a quienes amamos y promocionamos nuestras raíces: Procuradores de la Memoria; pues sea, y sea él también el primer Procurador de la Orden); D. Miguel, nuestro amigo y párroco de casi todo Vidriales, quien ha hecho un hueco en su apretadísima agenda para acompañarnos por sus parroquias, también con título de Procurador de la Memoria más que merecido; y el que suscribe, infinitamente agradecido por tan buena compañía.

Primer pueblo, Cunquilla de Vidriales. Ya desde lejos destaca la extraña forma de la espadaña de su Iglesia, y hacia allí nos encaminamos. Desde cerca se ve claramente que ha sufrido un derrumbe, y D. Miguel nos ilustra con la historia del rayo que desmenuzó su lado sur, desgracia que ya no vivió ni la gente de más edad. Traspasamos su portada con arco de medio punto decorado con bolas para fijarnos en su discreto artesonado, volviendo luego la vista hacia el presbiterio cubierto con arcos de crucería y bóveda de ladrillo. Sobre el precioso retablo apunta nuestro experto guía: San Miguel Arcángel, centro y custodio de esta Iglesia. Atrás, domina la amplia nave de hueco sencillo un coro sin balaustrada, y allí, al fondo, estaba nuestro objetivo, documentado en 1588. El polvo de incontables años ocultaba una vara de 7,72, sin cruz parroquial, a quien abrazaba un precioso paño carmesí con más pena que gloria. Después de tantos años, el Pendón volvió a ver el cielo, encapotado pero cielo, que para eso fue cosido y labrado su mástil. Desplegados sus restos de seda auténtica, adamascada, miden 2,97 de alto por 1,70 en su parte más ancha, con pasamanería dorada y sin flecos o remates. La vara es de chopo del país, muy ligera aunque atacada por la carcoma. Llama la atención el largo de sus acanaladuras, 2,67, y la alternancia en la dirección de sus grabados. Muchas fotos, y mucha pena al volverlo a recoger; a saberse cuando se volverá a airear, aunque presiento que será pronto y con una gran fiesta en su honor.

Valle arriba llegamos a Grijalba de Vidriales, hagiotopónimo que significa Iglesia blanca. Pues a la iglesia, que se levanta en un pequeño promontorio engañándonos con su altura real, nos acercamos. Siempre me ha llamado la atención el conjunto de su portada de arco lobulado, un vistazo más para acceder al interior del templo sin bajar la vista y recrearnos en el extraordinario artesonado mudéjar, según dicen, uno de los mejores de Europa. A la izquierda otra joya, el retablo labrado por los discípulos de Gaspar Becerra, y al frente, sobre la pared sur y en el suelo, una funda gris por la que aparece la vara del Pendón. De nuevo la calle, y el cielo que sigue triste hasta para contemplar esta maravilla de seda de 7 paños con colores rojo y verde. Comienza en rojo, buena señal del Reino de León, apunta el experto Jose; los paños 4º y 6º verdes son medios paños, de 25 cm. La vara es de pino, de 7,45 metros, con 8 acanaladuras y en relativo buen estado. Dicen en el pueblo que está rota y empalmada bajo el paño; si es así no se nota. El paño, prácticamente sin picos, mide 4,70 de alto, 4,05 en la parte superior y 1,15 en la inferior, con mucha caída, mostrando una extraña forma que llama la atención. Está bastante deteriorado, aunque de muy agradable tacto, cosido entre pasamanería dorada y conservando los flecos en una pequeña parte. Numerosos vecinos acudieron a ver y a fotografiarse bajo su Pendón, que tantos años hacía que no se desenrollaba. Con sumo cuidado lo devolvimos a su sitio, y respiramos felices el aire húmedo que este sábado envolvía el valle del Almucera.

Pero como no hay dos sin tres, probamos a visitar, cambiando de río, otro pueblo histórico que recuperó su Pendón: Santa Marta de Tera. Perdón por no avisar, pero algunas veces las cosas salen mejor así. En el bar de la plaza nos pusieron en contacto con Celes, quien amablemente y con permiso del párroco D. Pedro nos mostró lo que queda del paño del viejo Pendón, retales de colores rojo y verde con una franja central blanca. Muchas gracias a ambos, pronto y avisando hemos de volver; pero esa es otra historia y la contaremos en otra ocasión.

Como suele suceder cuando lo que se trae entre manos gusta, el tiempo se nos pasó volando, y tarde ya para llegar a comer me despedí de Jose, encaminándolo a su casa, y después de D. Miguel, agradeciéndole en el alma su colaboración. Quedamos todos satisfechos, que no hartos, de palpar tanta seda de Damasco; puede ser que jirones, pero que reflejan con brillo propio la grandeza de nuestras gentes y su historia. Hasta otra, y muy pronto.

Cunquilla de Vidriales









  




Grijalba de Vidriales














Santa Marta de Tera






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