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domingo, 25 de julio de 2010

El pejo



Sólo hay que darse una vuelta por la calle Peñacabras para contemplar una rudimentaria y nostálgica cerradura: el pejo. Excepto por los clavos de sujeción, 100% madera, inútil para esconder dinero o joyas, desde luego, pero económica y eficaz para encerrar paja, ganado, aperos de labranza, leña, y mucho mejor, las telarañas que hoy en día guardan. Una llave con forma de peine con pocas púas, casi siempre tres, se introduce dentro de una ranura lateral de la cerradura, y elevándola horizontalmente permite correr el pejo para “destrancar” la puerta. Sencillez, humildad y nobleza al servicio de la gente sencilla, humilde y noble del pueblo. En Ayoó, ya se sabe, nadie roba lo que es suyo, y como garantía de que esto ocurra, tenemos el pejo en la puerta.





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