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martes, 12 de abril de 2011

Días de perros



A quien, ante una gélida ventisca, no se le ha escapado esa expresión “hace un día de perros”. Paradójicamente, el mal tiempo, cuando el frío y el viento desaconsejan salir a la calle, se ha asociado con quienes siempre están dispuestos al paseo, llueva, nieve o caigan rayos y centellas, los perros. Sólo desean una mirada, una señal de su protector para saltar de alegría y correr hacia la puerta ante la inminente excursión. Y es que, sin pretender cambiar nuestro modo de expresarnos, me gustaría aclarar el origen de esta frase que nada tiene que ver con el frío, si no que es fruto del verano, con el calor asfixiante, la sed, el cielo amarillento… en definitiva, con la canícula. Todos conocemos perfectamente este fenómeno atmosférico y sus efectos, y sabemos que no siempre se produce en verano, por ejemplo, ésta semana pasada del mes de abril lo hemos sufrido, hemos tenido unos “días de perros”. La explicación es astronómica y tiene que ver principalmente con la fascinante cultura egipcia, y su extraño modo de entender la naturaleza. Para ellos, cuando el cielo matutino les mostraba la estrella Sirio a la salida del sol, era la época del año más esperada: el principio de la estación más calurosa y el desbordamiento del Nilo. Sus campos se fertilizarían y permitirían las cosechas para su vital sustento. En su interpretación errónea de la causa-efecto, era la estrella la que propiciaba la subida del Nilo, y no inversamente, que la época de las crecidas coincidiera con la salida de la estrella. De la misma forma que si antes de llover las ranas croaban, en caso de sequía los sacerdotes imitaban sus cantos para, decían, atraer la lluvia. Y es que la estrella Sirio es la 2ª más brillante del cielo, de magnitud -1.46, (porque no nos podemos olvidar que el sol también es estrella), y la más estudiada, con diferencia, del firmamento. Por ella, los astrónomos egipcios ya conocían la duración del año, 365 días y cuarto, y fue Julio César, en una de sus muchas visitas amorosas a Cleopatra, quien llevando de vuelta a Roma al astrónomo alejandrino Sosígenes, reformó el obsoleto calendario lunar romano de 12 meses y 355 días del rey Numa, que éste había modificado del original creado por Rómulo de 10 meses y 304 días, sentando la base de nuestro actual y moderno calendario. Sirio se encuentra en la constelación del Can Mayor, el perro grande, vecina del Can Menor, perro pequeño, mitológicamente los perros que acompañan al cazador Orión, con la liebre yaciendo a sus pies. Y es por eso que la mítica Sirio, llamada también “la abrasadora” por los antiguos egipcios al señalar el comienzo de los días mas calurosos del año, se relacionara con la constelación que la alberga, el perro, y aquellos días de intenso calor los romanos los denominaran canícula, (perrilla), o simplemente fueran “días de perros”.


1 comentario:

  1. Estoy flipado,te iva a pedir que dejaras la paleta y te dedicaras a dar conferencias,pero no lo hago, cuanto talento mal aprovechado, gente que presume de cultura, tendría que, mirar en tu espejo.
    Joaquín sigue ofreciéndonos tus comentarios. Gracias

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