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miércoles, 28 de diciembre de 2011

¡Por fin!



Mil gracias a Císimo, http://elhumordecisimo.blogspot.com/ por su ayuda para la distribución de nuestra felicitación navideña. En breve subiremos las felicitaciones de otros años, por si alguien las quiere ver. Estas son nuestras cosillas, estos nuestros amigos, ... esta nuestra Navidad.
navidad_2011_y_feliz_2012.pps

martes, 27 de diciembre de 2011

Feliz año 2012



Tras el montaje del belén, con su "domótica", (así le llamó una visitante a los pequeños movimientos de algunas figuras), otro montaje para compartir: una pequeña selección de fotos, (que por cierto no me quedaron nada bien, me es difícil por la extraña iluminación de la iglesia y por las pequeñas figuras), en un Power Point para enviar por correo electrónico. He intentado varias formas de ponerlo aquí para verlo o descargarlo, o colgarlo en You Tube, y todavía no he podido. Pero se pasan los días y pierde la gracia, así que por favor, quien lo quiera, no tiene más que darme un toque al correo electrónico y yo, encantado, os lo haré llegar. Otra vez más, no me cansaré de repetirlo, FELIZ AÑO PARA TODOS.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Feliz Navidad








Con permiso de D. Miguel, y en nombre de la parroquia de Ayoó... ¡Feliz nochebuena, cómo y donde quiera que os encontréis!. 
San José y la Virgen María acaban de encontrar nuestro pequeño portal. Mañana Jesús habrá nacido, y con Él una esperanza para un año nuevo. Os deseo paz, amor y felicidad en el verdadero sentido de la Navidad. Y hemos brindado por ello. Un abrazo.
Joaquín.



lunes, 19 de diciembre de 2011

Uno de cazadores y pescadores.


He oído contar, con cierta sorna, que una vez hubo un concurso de mentirosos y el jurado prohibió participar a pescadores y cazadores, por la ventaja que le llevarían al resto de los participantes. Es cierto que suelen exagerar un poquito, un pequeño conejo parecía una liebre, las liebres eran como perros, la perdiz se parecía a una gallina, el corzo a una vaca, el jabalí a un hipopótamo y el ciervo…, el ciervo a un autocar, con sus pasajeros y todo. Los pescadores idem de idem, lo que vienen siendo 500 gramos  parecían 5 kilos, y medio minuto de lucha con la caña, toda una tarde. En fin, ¿quién no ha mentido alguna vez? El colmo de las exageraciones en estos gremios seguro que se lo lleva un ayoíno, (los del pueblo sabrán quien), y si no atentos: En una ocasión este cazador se encontraba subido en una encina, en lo que coloquialmente se dice “de espera”, cuando un enorme jabalí, según su descripción de los hechos, apareció de entre la espesura. Él, que esperaba una pieza menor, intentó cambiar los proyectiles para tamaña presa, pero con la emoción y los nervios las balas se le cayeron al suelo, y no encontrando otras en la mochila, cogió dos bellotas, las introdujo en la recámara de la escopeta, apuntó, y ¡pim, pam!, descerrajó los dos tiros sobre el animal, que huyó despavorido según se lamentaba luego el cazador. En el relato a sus compañeros, contaba emocionado que al año siguiente, “de espera” en el mismo sitio, vio pasar al mismo jabalí, un año más viejo, pero con dos encinas nacidas en el lomo. Total, que él no había fallado, solo las bellotas eran de poca calidad. El segundo premio se lo concedo a un conocido pescador de la Valdería. A su afición por la pesca hay que añadir un defecto de pronunciación, el de convertir la “s” en “z”, algo parecido a como hacen los andaluces. En el bar, contaba su hazaña más o menos así: - “Eztaba pezcando” en el río, cuando me picó una trucha; ella “tenza” y yo “tenza”, la trucha “tenza” y yo “tenza”, y “azí eztuvimoz” un buen rato “hazta” que, mala "zuerte", “ze" me "zoltó”… ¡“mecagüen zan dioz”!… ¿Cómo “zería” el animal que cuando “zaqué” el anzuelo “zalió” un ojo como el de un cordero?



P.D.- Fotos "robadas" a mi buen amigo Celso con sus perros, practicando su deporte favorito.

domingo, 18 de diciembre de 2011

La Santa de las tormentas




Parece extraño afirmar que Ayoó tenga tradición minera, sin embargo así lo atestiguan topónimos como “la mina”, al lado de La Manzanal; “la curva de la mina”, en la carretera antes de llegar a Carracedo; o gente del pueblo que todavía trabajó en la extracción del cuarzo que seguramente tenga que ver con el nombre del valle “Vidriales”. De aquellos años nos quedan recuerdos del ajetreo de máquinas y camiones y de las explosiones de la dinamita que perturbaba la paz del monte; una tolva y una cinta transportadora abandonadas y una preciosa laguna artificial que conserva el agua todo el año. 

En nuestra Iglesia, quizás no por casualidad, una imagen de la Santa patrona de la minería, Santa Bárbara, ocupa la hornacina de un retablo, y con cohetes, misa, comida fraternal y alegría, los mineros de Ayoó la honraron multitud de veces en su día, el 4 de diciembre. Dos son las versiones más conocidas de la vida de Santa Bárbara: La primera, un tal Alipio, científico y químico, enseñó a su hija Bárbara toda su sabiduría, incluso el secreto de un potente explosivo. Pero ella prefirió ser religiosa en un convento fundado por San Agustín, en Hipona. En el año 430 Alipio solicitó la ayuda de Bárbara para defender la ciudad del ataque de los vándalos. Él murió poco tiempo después atravesado por una flecha, y ella, tras 14 meses de resistencia, se refugió en su convento junto a las demás religiosas. Para evitar los ultrajes de los bárbaros, hizo estallar una gran cantidad de explosivos acumulados en el sótano, muriendo vencedores y vencidas. 

La otra, más religiosa si cabe, cuenta como en el siglo III, la bella hija de un tal Dióscoro, fue encerrada en una torre con dos ventanas, para prevenirla de los “males del mundo”. A Bárbara, que así se llamaba, le llegó a las manos en secreto una Biblia, y al término de su lectura, impresionada, mandó abrir una tercera ventana en su prisión para que le recordara la Santísima Trinidad. Cuando su padre se enteró trató de hacerla renunciar a su fe, y no pudiendo, la decapitó personalmente. Después de la ejecución, al volver a casa, un rayo cayó sobre Dióscoro, causándole también la muerte. De ahí viene la Santa protectora de las tormentas y el dicho “acordarse de Santa Bárbara cuando truena”.


Muy cerca de Ayoó, en Calzada de la Valdería, han conservado hasta hace poco tiempo la tradición de tocar una campana consagrada a esta Santa en caso de tormenta; ahora no se realiza, y no por falta de fe, si no por la molestia que ocasiona en la avanzada edad de los actuales vecinos. En nuestro pueblo las tormentas han causado irreparables daños, dicen, por la humedad del suelo, por la orografía del terreno o por casualidad, el caso es que cuando el destello es intenso, y seguido, el ruido ensordecedor, instintivamente encogemos los hombros y deseamos que haya sido lejos de la gente, aunque la probabilidad que a alguien le caiga un rayo encima, según las odiosas estadísticas, está en 1 entre 3 millones, más fácil que acertar la lotería primitiva, (1 entre 14 millones…). 

¡Que Santa Bárbara nos proteja!




martes, 13 de diciembre de 2011

Caty, la reina del patio.


Había nacido en un amoroso hoyito en el pajar de casa. Su madre, gata vieja, sólo la trajo a ella con vida, y siempre fue una gatita torpe y enferma. Sin embargo le gustaba madrugar, y en cuanto notaba movimiento, rascaba con la patita nuestra puerta del patio solicitando su desayuno de galleta. Luego, si lo había, buscaba algún rincón donde el sol ofreciera sus primeros rayos de calor, y enrollándose cual bolita, dormitaba a la espera de hacer compañía con un run-run a quien se atreviera a cruzar su territorio. Le pusimos, mejor, ya no sé quien le comenzó a llamar Caty, nombre al que nunca atendía. Ella sólo con oír “mis-mis”, o algo de ruido ya tenía suficiente motivo para aparecer entre los pies y hacer tropezar. Ninguna gatita podía ser más cariñosa. Le daba lo mismo subir a una espalda, a un hombro o a un regazo, desde su nacimiento gustó del contacto y del calor humano, rozando en algunos momentos la encantadora pesadez. Dormía como nunca he visto hacer a ningún animal, descansando cómicamente su frente en el suelo, y cada día el patio, con sus gracias, bien merecía las múltiples visitas que cada miembro de la familia realizaba. Pero Caty se había saltado la sagrada regla de la supervivencia gatuna: “Los de abril pa mi, los de mayo pa mi hermano, y los de junio pa ninguno”. Su retrasado nacimiento pasado la mitad del año había sentenciado su existencia. De nada sirvieron cuidados ni caprichos, el invierno resultó demasiado duro y su débil cuerpecito dejó de llamar una mañana a la puerta del  patio. La enterramos en el jardín, delicadamente recostada en una humilde caja de zapatillas, entre las flores que no dejaba crecer por sus infantiles carreras y saltos. Caty jamás cazó un ratón ni un pájaro, y de haberlos apresado seguro que conquistaría su amistad, lo mismo que hizo con nuestros corazones.






miércoles, 7 de diciembre de 2011

El tinto con casera



Creo que sin ánimo de ofender, un chiste un pelín machista cuenta la semejanza entre las mujeres y las gaseosas: unas son pitusas, otras caseras y las demás revoltosas. Estas tres quizás sean las marcas más conocidas de una bebida refrescante consumida en casi todo el mundo, sola, con sabor a limón, cola o naranja, o acompañando a otras, especialmente al vino. (Cuando era niño, en el bar de mi pueblo al refresco de naranja le llamábamos “butano”, por el parecido a la botella de gas, y también pedíamos gaseosa con granadina. ¡Qué recuerdos!). Sus ingredientes básicos son agua carbonatada, edulcorantes y acidulantes, y el envase clásico es una botella de cristal transparente con un tapón de porcelana, con su correspondiente junta de goma roja, que cierra mecánicamente. Mi amigo Miguel “cuete”, experto cosechero y vinatero, dice que jamás una buena gaseosa estropeará un mal vino, mezcla que la gente fina llama tinto de verano, y que en Vidriales cuenta con nombre propio gracias a una gaseosa elaborada en San Esteban de Nogales: gaseosas Calderón. Y para contarlo aprovecho una graciosa anécdota que sucedió en Madrid hace unos cuantos años. Un vecino de Santibañez, de tapas con unos amigos por la capital, se sentó en una concurrida terraza, y pidió un “calderoniano”. El camarero, que oyó perfectamente, pero que no le entendió, preguntó una segunda vez qué quería tomar.
 – Un “calderoniano”,- contestó con naturalidad el vidrialés.
No siendo que lo trataran de ignorante, el camarero se fue a la barra, donde se encontraba el jefe, y le dijo que en la terraza había un tipo que quería un “calderoniano”, que eso que era. El dueño del bar se echó a reír y le dijo:
- Anda, vete ponle un vino tinto con gaseosa, que ese es de mi pueblo.