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martes, 28 de febrero de 2012

De Astorga a Rosinos




Algo de extraordinario deben de tener las puertas para que ni el cielo, aunque sea simbólicamente, se libre de ellas. Por estar donde terminan los muros, la primera impresión podría ser de debilidad o de fortaleza; dependiendo de su estado nos dará libertad o prisión; su tamaño podría confundir nuestra verdadera estatura al franquearlas, y la visión de algunas no nos dejará indiferentes.

 La palabra puerta tiene un origen romano. Parece ser que para fundar una nueva ciudad, iniciaban una serie de ritos heredados de sus ancestros etruscos; destripaban algunos animales para observar sus entrañas, en un hoyo depositaban tierra de su ciudad de origen y levantaban un altar, y luego marcaban el perímetro del nuevo asentamiento con un surco, labrado con un arado de bronce, y tirado por una vaca blanca por la parte interior, uñida (uncida) con un blanco buey por la exterior. La vaca simboliza el hogar, la familia que se instalaría en el interior, y el buey la fuerza, la defensa y la protección ante el enemigo que podría acceder desde el exterior. 

Saltarse el surco era sacrilegio, se interpretaba como una burla de los más elementales principios sociales, y que podría destruir la mágica barrera y dejar la ciudad sin protección. Cuenta la leyenda que Rómulo, fundador de Roma, mató a espada a su propio hermano Remo, por saltarse la tierra recién removida por el sagrado arado, para que su vida y su nombre restituyeran el daño causado.

 Pero en alguna parte del trazado del perímetro se dejaban unos metros sin surco, para permitir la entrada a la ciudad, en ese espacio el arado se levantaba de la tierra y se portaba (en latín “portare”) hasta el punto donde se volvería a hincar; así nació la puerta. En nuestro valle Vidriales, donde también el ancestral rito marcó los límites de una ciudad romana, y sobre una de sus ruinas, se yergue uno de los edificios más y mejor fotografiados de la comarca. Ni la belleza del conjunto, ni la devoción a su moradora, patrona de los vidrialeses, ofrece duda alguna. 

Las antiguas puertas principales, cubiertas con una chapa de hierro para evitar el deterioro causado por los devotos jornaleros en su camino a Tierra de Campos, que extraían para llevarse un pedacito de madera a modo de reliquia o amuleto, han dejado el sitio a otras, con una historia, si cabe, más importante. De otra ciudad de origen romano, Astorga, antaño unida a Vidriales por una importante calzada, y de la entrada principal del seminario diocesano, han pasado a formar parte de nuestro santuario unas puertas restauradas en su día por el artista benaventano José Luís Coomonte, creando así otro vínculo entre las dos ciudades. 

Ardua labor el trabajo necesario, a juzgar por el peso de cada hoja, y por las nuevas labores de restauración. Fue necesario cortar un trozo de su dura madera en la parte inferior, lo mismo que otro tanto de la más dura piedra para alojar la superior, y así encontrar el término medio para una óptima adaptación. A la vista del resultado, llama la atención su robustez y elegancia. Interiormente salvo por algunos herrajes, se ha respetado el color y la forma originales. En el exterior se han renovado por completo. Nueva coraza, recordando el hecho histórico que aconsejó colocar la antigua. Nuevo color, que nos recuerda la advocación de nuestra patrona, la tierra, cuna del campo. En su base, un saludo o una oración, o un deseo para lo que es algo más que una imagen o una fiesta.

 Y quizás no haya querido la casualidad que contenga tantas simbólicas cruces como parroquias el valle Vidriales, aunque ello no sea óbice para que otros pueblos cercanos, como Brime de Sog o Uña de Quintana participen activamente en la celebración de actos, lo mismo que gentes venidas de otros lugares. El sol y la luna tienen que ver con mi pasión por la astronomía, y con la estrecha relación de éstos símbolos con la religión cristiana; así, bajo el arco de medio punto se acoge lo mundano, lo terrenal, y por encima lo espiritual y religioso.

 El hierro y la madera, junto con la piedra de sillería de la torre, parecen formar un conjunto armónico y digno, nadie podría decir que estas puertas no nacieron para éste edificio; que sea por muchos años. 

Me encomendaron su ajuste, colocación y reparación, espero haber estado algo cerca de la altura de tan magna obra, yo y todos los que directa o indirectamente han colaborado en este proyecto, ya hecho realidad. Desde aquí a todos, gracias.






http://www.laopiniondezamora.es/benavente/2012/01/12/obra-coomonte-rosinos/571915.html
http://www.laopiniondezamora.es/benavente/2012/02/16/luz-verde-arreglo-cubierta-torre-santuario-rosinos/580366.html

1 comentario:

  1. No desmerece en nada la puerta restaurada comparándola con la original; si un artista la ideó como entrada a un importante edificio maragato, otro, El Ti Joaquín, la acondicionó como entrada principal al Santuario de la Virgen del Campo, devolviéndole otra nueva juventud y expresión de actualidad, fortaleza no exenta de elegancia, seguridad y armonía con el conjunto del edificio y su entorno. Considero estupenda la foto en la que se juega con soles y sombras. La luz de Vidriales es única en España y su autor consiguió conjugarla con la puerta. Los repetidos arcos hacen recordar en su parte superior otras construcciones monumentales. La Virgen del Campo y los vidrialeses han de estar contentos con la obra.

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