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jueves, 8 de noviembre de 2012

Mariposa colibrí





Decía un viejo sabio: “Si lloras por no haber visto el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas” (Rabindranath Tagore). Cuántas veces los árboles no nos dejan ver el bosque, o la armonía de las flores ocultan el hechizo de un animado jardín. Cuántas veces presumen las fotos de robarle y encerrar tanta belleza, y ni siquiera conservan su más leve fragancia, las caricias del viento o el sonoro aleteo de sus recaderos alados, insectos de distintos tamaños y colores que dan vida a las plantas, en el más estricto sentido de la palabra. Quien gozara de tiempo para derrocharlo en actitud contemplativa entre tanta beldad; porque cada año es único, cada día diferente, la naturaleza es sabiamente egoísta y como Paganini, no repite.  En los pocos momentos que dispongo para deleite en nuestro jardín, volví a encontrar un asiduo, temporal, y maravilloso visitante. He oído decir que pertenece a un clan nocturno, pero parece disfrutar más del brillo del sol que de la palidez de la luna; de sobra sabe que sus amadas las flores anhelan también la luz y el calor, de que servirían sus llamativos colores sin claridad; inevitablemente, la cruel noche es un rasero para el color. Este forastero es un insecto delicado en sumo grado, tan tímido y considerado que ni roza a sus admiradas, aletea furioso para mantenerse en el aire, levitando en apariencia, batiendo sus alas hasta 85 veces por segundo para desenrollar su larga trompa y libar delicioso néctar. La semejanza con el pájaro más pequeño le presta el nombre a la mariposa, mariposa colibrí. Con una envergadura de 5 cm, llega a alcanzar los 80 km/h, ríete tú de las decenas de reactores que escriben garabatos tóxicos en la pizarra celeste que nos cubre, y cada día odio mirar. Laboriosa y delicada, es todo un tierno espectáculo; actualmente está emigrando hacia el sur, huyendo del frío. Sea bienvenida al jardín, lástima que mi pequeña cámara apenas muestre un borrón escondido entre las flores. Quizás cuando vuelva, y sé que lo hará, traiga compañía. Por eso abogaré para que el próximo año el jardín le ofrezca multitud y variedad de petunias, de entre todas nuestras flores, su preferida.






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