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domingo, 28 de abril de 2013

Marzo, marzuelo





Dicen que el pasado mes de marzo es uno de los más lluviosos que la gente recuerda, y los registros confirman; hay que irse al marzo de 1947 para encontrar un mes similar en precipitaciones. Pantanos a rebosar, inundaciones, corrimientos de tierras, pérdidas importantes, desbordamientos de ríos…, y sin embargo en nuestra comarca ha sido un marzo normal, tirando a seco. Yo no tengo pluviómetro, ni llevo registros para afirmar tal cosa, lo digo porque observo un marcador infalible: las lagunas del monte, como la del raso de Camarzana, que no han llegado al 50% de su capacidad en años normales. Marzo es inestable, su propio nombre no es casual. Era el primer mes del calendario romano original de 10 meses, y estaba consagrado a Marte, Dios de la guerra. Se ve que tampoco hacía bueno para ir a guerrear, así que nada mejor que hacerle fiesta todo el mes y planear las campañas militares del resto del año. Otro estupendo marcador de su crudeza es la cultura popular, que atesora dichos y refranes basados en estos bruscos cambios meteorológicos y sus consecuencias. Un refrán muy oído en Ayoó dice:

Marzo marciella,
no queda cabra ni “oveilla”,
ni el lobo con sus zancas,
ni el perro con sus carrancas,
ni la garduña con sus uñas,
ni la zorra con sus mañas.

Un tiempo inevitable, pues “si marzo mayea, mayo marcea”; o sea, que a principios de la primavera hace “malo” si, o si. El colmo es un viejo cuento popular divertidamente recitado por nuestros mayores, con fuertes raíces pastoriles, y comienza a la antigua usanza:
Una vez había un pastor muy burlón, al que le gustaba reírse de todo el mundo; los demás pastores, y el resto de vecinos, solo estaban a gusto cuando este pastor estaba lejos, solo, en el monte con su ganado. Un día, el penúltimo del mes de marzo, viendo que el invierno terminaba, suave y generoso, y su ganado pacía sin pérdidas, bien alimentado, decidió burlarse de aquel mes que otros años diezmara sus ovejas. El día estaba espléndido, soleado, nada presagiaba los rigores de otros años, así que subió a lo alto de un monte, y con gran trabajo juntó en un montón todas las piedras que encontró para subirse más alto e iniciar una serie de bailes y gestos burlescos hacia el cielo en sus cuatro puntos cardinales, mientras gritaba a voces:

¡Adiós! Marzo marzuelo,
tu te vas y yo me quedo,
con mi rebañito entero.

Una voz, atronadora y enfadada, desde el cielo le contestó:

¡Ah!, pastor pastorayo,
¿”on” te burlas de mi?.
Con dos días que me quedan,
y dos me dé mi hermano abril,
te he de hacer andar
con las pellejas al hombro,
y las cencerras al cadril.

En cuestión de minutos aparecieron unos negros nubarrones que formaron una violenta tormenta; en medio de rayos, truenos, viento, nieve, lluvia y granizo como huevos de gallina, al pastor solo le quedó tiempo para arrimarse a un viejo roble seco, y cubrirse con la capa de pardo que le había acompañado todo el invierno. El fiel perro se cobijó bajo la capa del amo, y un cordero intentó hacer lo mismo, pero al carecer de espacio le quedó el rabo fuera, y una piedra de granizo se lo cortó de cuajo. Al rato, cuando pasó el temporal, el pastor abrió la capa y encontró todo su ganado muerto, tendido en la hierba. El cordero, inconsciente de la desgracia, berreaba, corría y saltaba como si nada hubiera sucedido, y el pastor, triste y escarmentado, le dijo:

¡Rebrinca, borrego rabón!
que las ovejas de Marzo…
de Marzo son.









2 comentarios:

  1. ¡¡¡Que chulo Joaquin!!! La capa de pardo, mi padre la tenia igualita que esa. Nos iba a buscar a la escuela cuando llovia y nos traia a mi hermano y a mi debajo, uno a cada lado. Un abrazo Paulina

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  2. HERMANO , MUY BONITO . Y SOBRAN LAS PALABRAS , PUES YA LO HAS DICHO TODO TU . UN ABRAZO.

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