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sábado, 22 de marzo de 2014

Al agua de la fuente.





 

Para mi no hay nada tan delicado y generoso como una fuente de agua. Es un verdadero regalo natural y puro para nuestros sentidos. Ante nosotros el espectáculo, a poco que nos esforcemos, está servido. Con nuestros ojos podremos admirar la especial transparencia, el reflejo tintineante de la luz, la tersura y a la vez el movimiento ondulado de la superficie del agua. El oído nos mandará contener la respiración para disfrutar de su cantarino chapoteo, o su casi imperceptible caminar. Qué decir del tacto… cómo explicar la sensación del juguetear entre nuestros dedos, de refrescarnos la cara, del desear quedar a su lado. El olfato, con una honda inspiración, nos indicará el grado de pureza, de humedad del entorno, de la benignidad del lugar. Y el gusto nos mostrará la frescura, ese especial sabor que no sabe a nada, y aplacará cualquier debilidad ocasionada por la sed, aunque no hará falta sed para sucumbir a sus encantos. La vieja definición de “agua”, como incolora, inodora e insípida no fue más que la forma de no saber expresar nuestros sentimientos, aturdidos entre tanta perfección. La moderna definición, en lugar de aclarar, como la propia agua, ignora la máxima “lo bueno si breve…” y cede ante la complejidad. Un valorado divulgador científico, John Emsley, reconoció que el agua es una de las sustancias químicas más investigadas, pero que sigue siendo la menos entendida.

El mundo rural otorga a las fuentes el grado de imprescindibles; no en vano en torno a ellas se desarrolla gran actividad. El agua se necesita todos los días y así el camino a la fuente, como actualmente el camino a la panadería, era obligación y costumbre. En muchos pueblos, una costumbre no perdida; cerca de la hora de comer todavía los botijos, las jarras, o los recipientes de plástico llevan a las mesas a su inseparable compañera. Y no es obligación, pues otra hermana brota de los grifos, y aunque no sea recogida de ríos o pantanos y purificada, y mane espontánea de las entrañas de un pozo artesiano y sea conducida a la red, todos sabemos que nunca será la misma.

Por tantos paseos a la fuente, la inercia ha desarrollado un reconocido folklore literario y musical, refranesco e incluso picarón. Por simplificar, quizás el más representativo es el de los mozos y mozas tonteando con la escusa del agua: “Moza que mucho va a la fuente, anda en bocas de la gente”. En éste lugar el tradicional cántaro se convierte en una bella metáfora simbolizando la virginidad femenina, “cántaro roto no tien remedio”, porque ya se sabe, “tanto va el cántaro a la fuente, que al fin se rompe”. La primera en enterarse podía ser la madre:

- Ay, madre, que me lo han roto.
- ¡Hija, no digas el qué...!
- El cantarillo en la fuente,
madre, ¿qué se creía usted?

Y después del susto inicial ya se quedaba más tranquila, solo era el recipiente de barro y todos los años volvía el “cacharero”; porque el otro “cántaro” no tiene enmienda y el miedo era a la deshonra, a la censura social y al “que dirán”:

- Ay de mí, que me lo han roto,
el cantarito en la fuente.
No siento yo el cantarito,
sino qué dirá la gente.

Éste mito juvenil, irónicamente recogido en un viejo cantar leonés:

En los caños d’ésta fuente
hay un bicho venenoso,
que echa las mozas p’alante
y echa la culpa a los mozos.

El refranero, como forma de expresión social, recoge consejos y recomendaciones para el uso y disfrute del agua que se encuentra de forma natural: “Agua corriente no mata a la gente, agua detenida mala bebida”, ó “Agua estancada, agua envenenada”. El mejor momento para recoger el abastecimiento diario es de madrugada, así se conservará en óptimas condiciones: “Quien madruga, halla en la fuente agua fresca y transparente”. Otros trucos, como el de observar si en la fuente nadan salamandras, pueden parecer una aberración; y sin embargo es un perfecto marcador de la pureza del agua. Importantes detalles éstos a conocer si en plena naturaleza sentimos necesidad de saciar la sed, “El viajero que sed siente, se agacha y besa la fuente”. Más refranes, para quienes no guarden el debido respeto “Agua que no has de beber, déjala correr”, porque “Nunca digas de ésta agua no beberé”, al fin y al cabo “Algo tendrá el agua cuando la bendicen”.

Las fuentes, en su mayor parte se han secado. Los pozos artesianos facilitan la salida de agua en puntos más bajos; la ley de los vasos comunicantes, las salidas de la capa freática, no perdonan. Y una fuente seca es un cadáver de la naturaleza. Si un día bullía vida a su alrededor, al faltar el agua campa la desolación. Quienes más lo notan y sienten son las gentes que necesitaron y cuidaron que el agua fluyera en perfecto estado, porque era su necesario tesoro. Algunos, como Pedro Paz de Villageriz de Vidriales, en su único y particular arrebato poético, se emociona al contarnos aquellas historias de tiempos pasados, en torno a la fuente que desde niño sació su sed, y que ahora, como un viejo cascarón, permanece vacía, muerta, y para mayor desgracia, olvidada; exactamente como las costumbres y vivencias rurales que florecieron a su alrededor.



El 22 de Marzo de cada año fue declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas como el Día Mundial del Agua, para fomentar la conciencia pública sobre la conservación y desarrollo de recursos hídricos. Este 22 de marzo, nuestro tributo al agua, y a su madre la fuente, va de la mano de Pedro, que con gran cariño escribió estos versos:

Homenaje a nuestra fuente

En este pueblo, señores,
había una fuente hermosa,
que por los años cuarenta
estaba como una rosa.
Porque por aquellos tiempos
se cuidaba con esmero,
y de allí se abastecían
los vecinos de este pueblo.
Los chicos de aquel entonces
entre los deberes contaban,
cuando salían de escuela,
sin falta ir a buscar agua.
Al llegar, nos enseñaron,
a lavar bien los botijos,
que al meterlos en la fuente
debían estar bien limpios.
En aquellos alrededores,
en senderos y caminos,
no había nada de zarzas
ni brotes de negrillos.
Cuando llegaban las fiestas
se le hacía una limpieza,
los encargados los mozos,
con mucha delicadeza.
Antes de hacer la limpieza
la voz de alerta se daba,
para que toda la gente
los recipientes llenara.
El trabajo consistía
en sacarle toda el agua,
frotando las paredes
hasta que casi brillaran.
Así al día siguiente
luego muy de mañana
se veía bajar a la gente
con cacharros a por agua.
Allá por aquel entonces
para nada se oía hablar,
que había que echarle cloro,
que lo manda la autoridad.
Pero los tiempos cambiaron,
y en el grifo hay que tratarla,
por eso de ir con la ley
y hacer lo que nos mandan.
Los chavales, de aquel entonces,
todos la fuente añoramos,
ahora después de los años
¡cómo nos acordamos!
Yo todos los días voy
hasta allí, dando un paseo,
y todo me da mucha pena,
está abandonado y feo.
Así que tengo que decirles
que echo de menos el agua,
aquella que todos los días
en nuestra fuente brotaba.



domingo, 16 de marzo de 2014

En Boca de Mujer.





En Boca de Mujer, y si me lo permitís, también con armas de mujer, el domingo 9 de marzo se celebró en La Bañeza la primera edición de un recital poético, en el salón del Centro Cultural Infanta Cristina de ésta pequeña ciudad leonesa, presentado por Carmen González, concejala del Área de Igualdad. Derroche de elegancia, dulzura, belleza,… y también temperamento y carácter, para declamar sobre la diversidad de temas que preocupan o conmueven, ahora y siempre a la mujer, en sosegada clave lírica. Nueve poetas, nueve mujeres deslumbraron a un público entregado, en un silencio solo roto por los sinceros aplausos y los varios “bravos” que premiaban así el buen saber hacer de estas nueve reconocidas artistas:
- Fina Brasa -
“Un mar de anhelos
separan nuestros cuerpos.
Nuestras almas se abrazan,
y me duermo con sus besos.”
- Laude Charro -
“… bajo ese sol de justicia
que la piel curte y reseca,
con la mirada perdida
en futuro de pobreza.”
- Mª Ángeles Cordero –
“Soy susurro al oído de tu amada,
soy el rincón de la luna que, escondida,
acecha cada noche tu salida
y al alba siente que ya no queda nada.”
- Olvido Fuertes –
“No quiero nada, ¡me voy!,
sólo me llevo mis alas,
donde cobijo a mis hijos,
hijos de mis entrañas.”
- Concha González –
“La instaron a aprender
que debía dominar mil y un oficios
que no siempre serían de su agrado,
y también,
que la roca era algún tipo de piedra
con la que se habían fabricado sus manos.”
- Charo Martínez –
“La luna riela en los charcos.
Las estrellas y las palabras son de escarcha.
¿Por qué nadie me dijo que la verdad se parece al desencanto?”
- Inocencia Montes –
“Somos (dicen) la generación mejor preparada.
Y nos toca perecer sin haber vivido,
y estar lúcidos mientras las familias se desgarran.”
- Ester Ruvira –
“Mujer te defiendo
como se aboga a lo más amado
como al equilibrio y bajo el estigma
que con tu ejemplo, en mi has
creado.”
- Manuela Vidal –
“Continúas.
Eres blanca y de todos
eres tuya y eres libre
aunque te aten al sol tantas derramas."

Al término del recital, los numerosos asistentes se pudieron llevar al menos un segundo regalo, un cuadernillo con una breve descripción de las participantes y sus poesías, y también de los tres músicos que entre flor y flor añadieron sus propias rosas para mayor disfrute del personal. Éstos fueron Maribel Martínez, Marisol Alija, y el cantautor Antonio Odón. Sobra el comentario del nivel alcanzado. Yo esperé para saludar y conocer, por fin, a algunas “amigas del Facebook” integrantes del evento, y mi premio añadido fueron unos simpáticos versos de la mano del alma máter del recital, 
Charo Martínez:
Ti Joaquin eres más majo que las pesetas!!!!
A peto vino y se llevó el libreto,
piropeó saleroso a las poetas
y no le convidaron ni a un vino.
Tendrás que volver hombre...
es cosa del destino....

Pues volveré, porque este recital tiene que haber creado un precedente en la cultura de La Bañeza y comarca. En Boca de Mujer, poesía varias veces poesía de labios de sus creadoras, en una presentación de lujo para una tarde memorable.











Pero a toda palada de cal hay que corresponderle con la propia de arena, y a mis pasados halagos no puedo menos que añadirle una nota discordante con la interpretación que puede haber de éste tipo de acontecimientos. La actual reivindicación del papel de la mujer en la sociedad va dirigida a un supuesto sector masculino y machista, lo que, siempre en mi opinión, de tener un resultado ventajoso convierte el hecho en actos feministas. Y no se puede combatir el machismo con el feminismo, de la misma forma que no tiene sentido protestar del ruido con una cacerolada; la violencia o discriminación no conoce condición, ni por parte de los opresores ni de los oprimidos. Es necesario encontrar el término medio, la justa medida entre dos géneros perfectamente diferenciados, porque no somos, ni nunca seremos iguales. No existe el unisexo, y el día que eso ocurra la asombrosa variedad de la raza humana creo que se verá gravemente dañada. Esto es tarea de todos y todas, en actos mixtos y simultáneos. Por eso me llamó la atención un solo hombre, Toño Odón, entre tantas mujeres. Lo que ha parecido la excepción debería ser, ampliada, la regla. Juntos como sociedad, y aunque a veces duela, cada uno representando su papel, tenemos que ser capaces de instaurar la dignidad entre las personas. Que nunca la violencia sobre cien mujeres justifique la opresión de un solo hombre inocente, y viceversa, que entre cien hombres deba poder ejercer sus derechos una sola mujer. Sólo ese maravilloso día, hablaremos con gusto de libertad, y no importará quien ni como recite poesía.

jueves, 6 de marzo de 2014

El Cacho la Truena




En una de las paredes de la Iglesia Parroquial de Calzada de la Valdería, desde ésta semana se puede admirar una extraña y carcomida cruz en su parte trasera izquierda. No es una obra de arte, ni siquiera su madera fue elegida para perdurar; la labraron sin mimo, a azuela, con dos palos torcidos de humero, el más humilde de los árboles autóctonos, robados a las orillas del río Éria. Esta cruz nunca fue delicada o valiosa talla, jamás portó vivos dorados del pan de oro, ni si quiera purpurinas; solo conoció el azul al agua de un resto de bote que el artesano constructor aplicó para corregir los fallos de su azuela. No era la idea hacer algo bello, si no un útil para señalar a quien, por estricto orden de “la vela” correspondía, acompañado de la llave del campanario, tañer la campana “grande” de Santa Bárbara en caso de fuerte tormenta, y así solicitar del cielo protección contra las inclemencias atmosféricas. Pero pese a ser un símbolo cristiano, y la campana pender de la torre de la Iglesia, seguramente nunca se respetó como objeto religioso, si no como amuleto, como un testigo y como escudo de los nefastos pedriscos, o los temibles rayos. Su madera conoció, pues, el miedo a perder las cosechas, los ganados o los bienes, transmitido de generación a generación, de casa a casa, de padres a hijos, hasta el día que acabó en el desamparo y en el olvido.

Era menester devolverla a la vida, darle una merecida jubilación. Para ello fue necesaria una pequeña como delicada restauración consistente en la retirada de puntas, alambres, cuerdas y maderas de unión, limpieza de manchas, un tratamiento insecticida para la carcoma, la unión de sus cuatro partes con espigas de madera, el relleno del hueco central con pasta reversible, se le añadió un clavo central perdido, y por último un tratamiento consolidante para darle consistencia y dureza en sus partes carcomidas. 

Para sujetarla a la pared se eligieron unas manos de forja, como signo de ofrenda, y porque algo tan querido por los vecinos de Calzada no se puede sostener con más delicadeza que con las manos. Debajo, un símil de pergamino enrollado en sus extremos lleva grabado en letras doradas el nombre del Cacho la Truena y entre signos de interrogación un 1952.


La incógnita es porque en uno de los laterales del mástil de la cruz lleva grabado con un objeto cortante un número de cuatro cifras, que yo, y cualquiera que lo vea, ha de interpretar como una fecha. Una fecha no libre de polémica; porque si la tradición permanece varios siglos, seguramente desde los albores del pueblo, y las gentes de más edad dicen haber conocido el Cacho la Truena así desde la niñez, este dato, 1952, es objeto de misterio y controversia. Yo encuentro dos posibles explicaciones: La primera es una broma de pésimo gusto; grabar sobre un objeto existente una fecha ulterior conduce a la duda sobre su valor auténtico. Quien mancillara la madera de esta forma ha condenado y recortado el valor real de una verdadera reliquia. La otra explicación es que este Cacho sustituyera en el 1952 a otro Cacho, que se encontraba en lamentable estado y fuera inadecuado para seguir “la vela”. La apariencia antigua, centenaria, de nuestra cruz de delicado humero es el resultado de cerca de 50 años pasando de mano en mano, de casa en casa y nunca en las mejores estancias. Su lugar fue el portal, en el suelo, en algún agujero o bajo el tejado entre la ripia, siempre cerca de los aperos agrícolas que debía, y eficazmente cumplió, proteger. Tanto tiempo en bien entendido maltrato no ha pasado en balde.


Otra curiosidad es su nombre: Cacho. Cacho es según la RAE un pedazo o trozo de algo. Cacho es también algo destartalado, de poco valor. Y Cacho es uno de los tres útiles de panadería en la Valdería: para meter y sacar el pan se usaba la pala, para barrer la base del horno con una escoba (la mondilla) el organero, y para juntar las brasas en una orilla se usaba una especie de rastro sin dientes, una herramienta con forma de cruz, el Cacho del horno. De aquí ha podido tomar el nombre, aunque en San Pedro de la Viña, pueblo zamorano muy cercano a Calzada, un trozo de madera, una tabla de aproximadamente 3 centímetros de gruesa por medio metro de larga, con una ligera vuelta central, también iba de casa en casa por “la vela” para señalar a quien correspondía tocar a medio día la campana de la torre. Era el toque del Ángelus, señal de que se acercaba la hora de comer, y aquel trozo de madera se la conocía como “el Cacho la Oración”. Dos objetos distintos, en pueblos separados, que comparten un mismo nombre, Cacho. Curioso.


El sábado 1 de Marzo Don Jorge, el párroco de Calzada, le dio la bienvenida a la Iglesia como Dios manda, esto es, con la oración y bendición adecuadas. Después de muchas vueltas, el Cacho la Truena detuvo su caminar y encontró residencia donde se puede contemplar para contar su hermosa historia e interesante tradición. Situado al lado del campanario, nada lo separará ya de su compañera campana de Santa Bárbara, para ofrecer juntos, a los cada vez menos agricultores y ganaderos como siempre fue y para siempre continuará, protección y confianza; que ya decía San Agustín: “En el Cielo dicen Aleluya, porque en la Tierra han dicho Amén”.

P.D - Explicación de las fotografías: 1 y 2, Calzada de la Valdería, a los pies del Teleno. 3 - Cacho la Truena, restaurado y expuesto en la Iglesia. Debajo, fecha y detalle del Cacho; últimas - pala y cacho del horno y detalle.