eltijoaquin@hotmail.com - facebook.com/El Ti Joaquin

domingo, 4 de enero de 2015

Éxodo 7-20, "Y todas las aguas se convirtieron en sangre".


No me gustan los temas que deriven en catastrofismo; más bien soy todo lo contrario, de los del vaso medio lleno, de los que en las contrariedades busca soluciones antes que consecuencias, y de no haberlas, aconseja resignación antes del derrumbe o la desolación. Pero hay cosas que denunciar, aunque sea por desconocerlas y para encontrarle sentido; yo digo que es mejor parecer tonto un momento que serlo toda la vida. Este artículo servirá para exponer mi última preocupación medioambiental, me gustaría subsanar una duda que me preocupa desde hace tiempo, y aportaré un sencillo experimento que invito a repetir, lo mismo que admitiré a debate una explicación convincente, comprensible y tranquilizadora.

Todos tenemos algo de observadores, un sentido que pocos desarrollan y muchos convivimos con él, atrofiado. Seguramente un contacto directo con la naturaleza en estado puro sirva de estímulo para este don propio de genios, no de intelectuales. La intuición frente al raciocinio, y la unión en busca de la perfección humana.

Al tema:
Como buen ecologista me gusta almacenar y reciclar agua de lluvia, así tengo instalados dos simples aljibes en sendas bajadas de canalón que sirven para riego o limpieza. En otro artículo ya conté también el caso de una pila cerámica bajo un tejado para abrevadero de cuantos animales deseen. Fue precisamente una limpieza de este recipiente imprescindible de las cocinas, esmaltado de blanco, cuando observé en el fondo una costra rojiza. La retiré, porque era lo que quería hacer, limpieza. El caso es que la costra se ha repetido, lo mismo que en otros recipientes colocados para acaparar la lluvia. El último, en casa, por tener mayor cuidado de que nada extraño se deposite, es una fuente de cristal. El fondo, con las últimas aguas caídas ya tiene posos de algo rojo oscuro.

No me extrañaría que el agua se tiñera negruzca, algo que sucede en la descomposición de los elementos del agua detenida; aceptaría el color marrón como el polvo atmosférico disuelto por un chaparrón; me gusta ver el verde, las algas haciendo de las suyas… pero… ¿Rojo?. Tengo que añadir que el agua se mantiene limpia, sin ninguno de estos tres modelos que todos conocemos, solamente el fondo o el nivel hace estas marcas. Y tengo que recalcar que vivo en plena naturaleza rural, a muchos kilómetros de cualquier industria contaminante, digamos La Robla. De la pequeña azucarera de La Bañeza es muy raro que nos llegue nada, por la dirección de los vientos, lo mismo que de lo poco que contamina Benavente. Y del sur al oeste tenemos las comarcas de Tábara, Aliste, o Sanabria y la Carballeda, carentes de emisión de contaminantes que nos pudieran afectar.

Hace un tiempo, en agosto del año pasado, leí un artículo en La opinión de Zamora, periódico local, que denunciaba el agua de abastecimiento para el consumo zamorano por su elevada densidad de minerales y contaminantes. Una buena conclusión, dice, “es el único territorio, junto con Soria, donde no ha habido un solo análisis que detecte que hay riesgo para la salud”. Muy bien, y nos alegramos, pero… ¿qué está pasando con el agua de lluvia?

Los registros de la historia nos traen a la memoria episodios relacionados con lluvias rojas, entre otros elijo éstos: En dos papiros egipcios, que guardan similitud con las plagas que Moisés y Aarón amenazaron al faraón, se describe un Nilo teñido de rojo y dañino para la población. El polvo del desierto, como sucediera en 1926 en Italia, o la concentración de hierro y gases de 1984-86 en Camerún pueden enrojecer el agua, se ha estudiado y demostrado. Pero el caso más curioso es la lluvia roja de julio del 2001 en Kerala, India, que ha sido tema de intenso debate al contener material biológico sin ADN, como las células rojas de nuestra sangre; se ha apuntado a un posible origen extraterrestre revalidando la controvertida teoría de la panspermia.

Pero quizás solo haya que levantar la vista al cielo para distinguir nubes de agua naturales de las rayadas nubes contaminantes provocadas por las ingentes toneladas de combustible quemado por los cientos de vuelos que diariamente surcan nuestro cielo. Suave, sin ruido, una niebla amarga se puede estar disolviendo sobre nuestras cabezas. Y ya vendrá quien nos culpe de irresponsables porque el pequeño motor de explosión de nuestro vehículo supere no sé que tasa de emisiones. Es el repetido refrán de la paja en ojo ajeno, solo que aquí lo que está en riesgo puede ser nuestra salud, algo, por supuesto, innegociable. Busco explicaciones, mejor que sean satisfactorias.

FOTOS:
Pila a la intemperie.



Agua almacenada


Detalles



Silla de terraza


Recipiente de cristal y detalles




Depósito grande de agua



Un día cualquiera, por decenas




2 comentarios:

  1. Home, creo que sean arenas férricas de esas que tanto abundan por la zona (tierra roja). Dicen que al evaporarse el agua que cae sobre ellas, luego vuelve a caer como lluvia, y que incluso puede parecer que llueve sangre.

    ResponderEliminar
  2. Hola Joaquín, el famoso y siempre enigmático tema de las lluvias rojas.

    Échale agua oxigenada, si, recalco el si condicional, SI reacciona en alguna medida, es hierro (el problema es que está oxidado y muy disperso y no reaccionaría mucho, pero alguna burbujita debería haber). Viene de las partículas de polvo que hay en la atmósfera y que sólo desaparecen porque la lluvia se las lleva.

    Al contrario de lo que muchos creen el agua de lluvia no es agua limpia y pura, tiene hidrocarburos naturales, dependiendo de con qué óxidos se combine genera ácidos y por supuesto, polvo, bacterias, etc. (y eso sin tener en cuenta nuestros contaminantes)

    El porqué sólo en el fondo y en la interfase aire-líquido, te lo explico tomando unas cañas, por aquí sería demasiado largo.

    ResponderEliminar