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viernes, 31 de julio de 2015

El Ramo de Villageriz.






La llegada de los romanos a nuestra comarca, como la de cualquier invasor en tierra ajena, supuso un cambio drástico en la sociedad autóctona, sus costumbres y tradiciones. El paso de tan importante calzada como la vía XVII de Antonino significó mayor empeño en la dominación. El primer objetivo conquistador sería el control de las poblaciones, asidas con fuerza en los castros elevados, que así aprovechaban su potencial defensivo y estratégico. Por otra parte, los pobladores autóctonos significaban mano de obra barata, razón de más para aparte de control procurar su bienestar. El resultado, estoy seguro, fue el nacimiento de muchos núcleos de población cercanos a los castros, que seguramente derivaron en algunos de nuestros pueblos.

En el último ramal de la sierra de Carpurias, al abrigado de Peñalcuerno (944m), podríamos tener un ejemplo práctico de lo arriba expuesto. En el argot toponímico local se conoce como “corral de yeguas”, y es un pequeño castro prerrománico. Resulta difícil moverse por sus inmediaciones, y mucho más sería mantener bajo dominio sus guerreros pobladores de ascendencia Ástur. Es probable que tras su invasión fueran obligados a bajar a algún lugar de situación benigna y aguas cercanas, y así naciera el pueblo de Villageriz. Su poético nombre (no me digáis que no) ha tenido varias interpretaciones; algunas erróneas, como por ejemplo, Madoz en su volumen 16 de su Diccionario-Estadístico-Histórico de 1850, que sitúa allí la mansión romana Brigetio (Brigecio, ¿Morales del Rey?). En el libro “Pueblos y apellidos de España. Diccionario Etimológico”, de Julián Aydillo (2006), viene recogido como “lugar de piedras de Molino”. Aunque parece que Villageriz es una antroponimia, un nombre de origen personal que deriva de “Villa de Sigerico”, según el estudio “Nuevas conjeturas de toponimia zamorana”, del 2008, de Pascual Riesco Chueca. Sigerico fue el cuarto rey visigodo que sólo reinó 7 días en el año 415, y su nombre significa Rey de la Victoria.

Villageriz celebra sus fiestas patronales en honor a San Pedro, el 29 de junio. El pequeño templo de la localidad está consagrado al santo custodio de las llaves del cielo, y hasta fechas recientes era fiesta “de guardar”. Fue el 13 de Febrero de 1977 cuando la Iglesia, a petición del ministerio de trabajo, eximió de la obligatoriedad de oír misa ese día, declarándose laboral. Entonces, para no perder los trabajos ni la fiesta, la traspasaron al primer fin de semana de julio. Pero coincidió con otra festividad movible: Santa Isabel en Bercianos de Vidriales, creando un inconveniente a la hora de invitar a los familiares afincados en el pueblo vecino a la celebración. La solución fue mover, otra vez, la fiesta para el segundo fin de semana de julio, como así se celebra en la actualidad.

Al bajar del castro trajeron consigo, cómo no, sus costumbres. Y hay una que, año tras año, han repetido como parte indefectible de la fiesta: el Ramo. En pleno siglo XXI, en la era del avance y la tecnología, el viejo carro que en su día fue azul, salió de nuevo a la calle tirado por los mozos de espíritu, para buscar el árbol mágico cargado con deidades protectoras. Se eligió uno de “entresaca” en “los Linares”, para que el compañero se desarrolle con libertad, y por infinidad de manos se levantó como trofeo y depositó con suavidad en el carro centenario, sirviente de “EUSEVIO NABAL”, como reza el letrero en una de sus costanas que proclama el dueño. Pendiente arriba, el carro y su alegre zarandeo fue por enésima vez arte y parte de la fiesta, colaborador ruidoso en la alegría de un pequeño gentío que para este acto no tiene edad ni distinta opinión. Un breve descanso en la Plaza de Abajo, “al transformador”, más por alargar el momento que por recobrar fuerzas, y ya del tirón hasta la plaza, donde la discoteca móvil daba la bienvenida con “mi carro”, del incombustible Manolo Escobar.

El Ramo se hincó de nuevo este 2015, para que Villageriz tenga un año de protección. Ni el cambio de lugar, ni el cambio de fecha, ni el triste despoblamiento de sus vecinos pueden con la tradición. Mientras quede vida sobrará esperanza en la continuación de las más ancestrales costumbres. Con solamente 47 empadronados… Villageriz aguanta.

Bien por ellos.









































viernes, 17 de julio de 2015

Va por ti, Mari Luz.


Ni siquiera contaba 42 eneros; como se suele decir estaba “en la flor de la vida”. Esa etapa de madurez y armonía, que ella disfrutaba siendo flor de hija, de esposa y madre, de persona y amiga… y flor capricho de jardinero, que no duda en separarla del vergel para adornar lo más acogedor y distinguido de la casa del amo. Una flor cortada temprana e injustamente, Mari Luz no merecía ser elegida, porque irradiaba vitalidad y energía, y la contagiaba con su inolvidable sonrisa a cuantos tuvimos la suerte de conocer y compartir tiempos y andanzas. Algunas de las mejores flores terminan así, ese despiadado jardinero no tiene compasión; pero… viendo su forma de escoger… qué bonito tiene que estar el paraíso.

Mari Luz era de camino, de mástil y vela, dueña de su viaje y destino; aunque sólo contadas veces, un traspié hace perder el equilibrio, y ni los más robustos brazos son capaces de evitar que todo acabe en el suelo. Qué más pudimos hacer que buscar ayuda en lo más alto, volcar todos los deseos por una pronta curación y también animar a esa familia que la adoraba y que hizo lo correcto y más hasta el último suspiro. Ese traspié te tocó a ti, Mari Luz, y a tu gente la desesperanza y el dolor por esa angustiosa partida, porque cuando la enseña se rinde, solo queda una cosa: retirada.

Pero tú no te has ido. Solo has cambiado los colores de tu pueblo por los azules de cielo, blancos de nube y dorados de sol, para acompañar desde entonces con tu Pendón celestial nuestras vidas, y esas pendonadas que tanto te gustaban. Tan lejos parece que fuiste, que quedaste a nuestra vera. Tanto, que apenas te mentamos apareces en nuestro recuerdo clara y alegre, tal como eras.

La de éste domingo va por ti, Mari Luz, haznos el honor de contar con tus colores; en los nuestros, ya sabes, predomina el rojo, porque eternamente estarás presente en nuestro corazón.

Hasta siempre, PENDONERA.