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viernes, 9 de septiembre de 2016

De burla a Cazurros y Pendones...


No es la primera vez, y con toda seguridad no será la última que entro en debate por culpa de algo tan vinculado a nuestro carácter leonés: la palabra Cazurro. Resumiré mi posición, añadiendo de antemano que me considero cazurro, orgulloso además, y cuando me refiero a leonés o León, no es como gentilicio y provincia, siempre es como miembro de la amplia región histórica que por la forma de ser merece este adjetivo; algo que no se puede contener dentro de divisiones o fronteras: un cazurro en Pekín seguirá siendo cazurro. Tengo que reconocer además que solamente puedo aportar un poco de lectura y un mucho de razonamiento, pero seguramente que poco menos que los demás, dado el declarado origen desconocido de esta palabra que raras veces fuera del territorio mencionado no se usa de forma peyorativa.

Ya que estamos en la era de Internet, allí mismo encontramos la primera explicación, muy utilizada en las redes sociales: «“Cazurro” es una derivación latina de la expresión árabe “Cad’ Ur”, que significa “el que no cesa”». Que los árabes tuvieron una extraordinaria relevancia en nuestra historia es incontestable; aparte de los nombres de lugares, pueblos o ríos, de historias y leyendas, útiles y herramientas, un importante legado en ciencias, etc, recogemos en el vocabulario sus palabras y expresiones que usamos muchas veces sin darnos cuenta de ello. Sabemos que durante su ocupación se conservaron las lenguas nativas, se mezclaron con las suyas, nacieron nuevas como el romance y el mozárabe, y posteriormente durante la reconquista  quedaron definitivas y oficiales las latinas que han llegado evolucionadas a nuestros días. Puede ser perfectamente creíble esta explicación, aunque no está claro ni documentado el origen y significado de las dos palabras árabes; otra cosa es descifrarlas y traducirlas al español, cuando solamente de oídas pudieron construir el vocablo “cazurro”. Me viene a la memoria la leyenda del “canguro”. Se dice por ahí, que cuando los ingleses llegaron a Australia preguntaron a los nativos por el nombre de aquella rata descomunal. Ellos contestaron “kan ghu ru”, y con canguro se quedó. Más tarde comprendieron que lo que en realidad le habían dicho era “no te entiendo”. Leyendas aparte, y solo como reflexión, “Cazurro” podría ser el particular “Canguro” para los leoneses.

También corren por ahí otras explicaciones, algunas tan divertidas como la de los zurrones repletos de botillos, chorizos, jamón, salchichón… que los leoneses llevaban durante la trashumancia a Extremadura. Los extremeños, al verlos llegar decían: “vaya cacho zurrones traen”, y de ahí viene cazurro, de la contracción de cacho y zurrón, ca-zurro. Por la misma abundancia se nos conoce a los leoneses, la prueba irrefutable está en el regalo de las tapas en los bares; tómate unos vinos y vas comido “pa” casa; aunque por el contrario, algunos asturianos nos tildan de cazurros como agarrados, poco dados a invitaciones… ¿qué pretenden, reventar? (Un abrazo para esta buena gente, siempre es un placer su amistad y compañía)

Para el aspecto serio consultemos los diccionarios. En el DRAE cazurro es malicioso, reservado y de pocas palabras, tosco, basto, zafio, torpe, lento en comprender… Para el “Corominas”, que data la palabra en 1220-50, es grosero, marrullero, malicioso, insociable. Otros diccionarios de nombres indecibles (interesante paradoja, teniendo tanto donde escoger) en subidón intelectual, añade acepciones como astuto, ladino, pícaro, socarrón, zorro… Y todos en común reconociendo el origen incierto de la palabra; menos mal, porque sin menos datos no se puede poner a un cazurro más a caer de un burro (valga el pareado). Curioso, ahora que lo pienso, compartimos con el burro hasta algunas definiciones: persona terca, cabezota… otras no, como necio, ignorante, y menos como describe “burro” el DRAE, persona bruta e incivil. Estas últimas definiciones me suenan a derroche de palabrería, y más sabiendo que el burro es posiblemente el animal doméstico que más fácilmente aprende y realiza rutinas y tareas, y también, cómo no, el que protesta cuando las condiciones no le son favorables; muy humano él. El burro no suele ser burro, de haber un burro buscad en el comportamiento del amo; en el burro y en el cazurro buscad cabezonería, perseverancia, constancia, testarudez… vamos, literalmente el significado de aquellas palabras árabes: “el que no cesa”. Puede no venir a cuento, pero no puedo dejar el tema sin unos viejos versos dedicados al noble animal por un asnólogo, aprendiz de poeta:

Haced que yo a los hombres desengañe
de su falsa opinión, del error ciego
con que miran al asno, despreciando
el mejor animal que hay en el suelo.

Siguiendo con la seriedad, Ramón Menéndez Pidal, en el capítulo VIII de su “Poesía juglaresca y juglares” cita textualmente que “A la palabra caçurro (cazurro), que designa a un juglar de ínfima clase, se le da un origen árabe: Cadzur, (sucio, indecente), pero – continúa - no satisface fonéticamente y es muy probable que sea una voz prerromana a juzgar por su sufijo (…urro)”. Esto confirmaría también el origen árabe, y sería un buen insulto para los refugiados en los picos de Europa, aquellos que hostigaron e hicieron retroceder al ejército invasor, no les iban a llamar “guapitos de cara”. Según Menéndez Pidal, en el oficio de juglar existían distintas especialidades: El goliardo, compositor; el juglar de gesta; el remedador, imitador; y el cazurro, que parece ser el que usaba “palabras caçurras”, mencionadas por Alfonso X El Sabio en sus Partidas. Cazurro también tenía una acepción en el diccionario, “se decía de las palabras, expresiones o actos bajos y groseros, y de la persona que las profería o los practicaba”. O sea, el más divertido de todos. Pero lo que queda sin aclarar es qué tienen que ver los artistas cachondos callejeros de la edad media con el origen de la palabra, y en qué punto se los relacionó con los leoneses y su perseverancia guerrera.

También es conocida la explicación del pueblecito zamorano de Cazurra, en la Tierra del vino. Se dice que sus habitantes cuando emigraron a Asturias a trabajar, como no entendían las máquinas, los asturianos los trataban de torpes y lerdos. Así el gentilicio “cazurro” se volvió adjetivo, solo que el gentilicio real es “cazurreño” y mucho antes de las máquinas que pudieran no saber manejar, en la edad media, ya se conocía el vocablo cazurro. Según el INE, a principios de 2015 había 214 personas apellidadas “Cazurro/rra”. Un breve repaso a la heráldica nos pinta en su escudo sobre oro la cabeza sangrante de un jabalí, y sitúa el origen del apellido en el siglo XI. El Jabalí, en este arte de explicar y describir los escudos de cada linaje es “un animal ferocísimo, indomable y de tanta intrepidez que es expresión del ánimo valeroso en la lucha, que rompe valiente y esforzado por las puntas aceradas de los escuadrones enemigos” (Instituto de Historia y Heráldica Familiar, escudo del encabezamiento y demás datos, Internet). No he encontrado explicación a la cabeza sangrante, pero no me puedo contener en dar la mía: el Cazurro es vencedor del jabalí y de todo cuanto significa, es poseedor del valor supremo. Y para finalizar, Jabalí en el Al-Andalus era un cerdo de monte, que en árabe se dice “jabal”; y montes, árabes y leoneses tuvieron mucho en común, ¿no?.

Animaladas aparte y resumiendo, para mí, la palabra “cazurro” no es más que un agravio lingüístico, una palabra que no se sabe como, quizás por su sonoridad, ha acabado siendo insulto. Y añadiré otra palabra tan o más leonesa que sufre las mismas consecuencias: Pendón. Aquí si que conocemos el origen, viene del latín “Pendeo” que significa “colgar, estar colgado de”. Ya me gustaría saber, viendo de frente un Pendón, como ha llegado a recogerse en los diccionarios para referirse a una mujer como “persona de vida irregular y desordenada, de vida libertina en asuntos de sexo, prostituta”, una barbaridad que debiera haberse abolido en cuanto salió a la luz.

Una vez leí a alguien que ponía de ejemplo de cazurro a Sancho Panza, como malicioso reservado y de pocas palabras. Nada más lejos de la realidad, aunque cazurro y aldeano siempre demostró un sentido común muy práctico, una sabiduría innata y ser un parlanchín conocedor del refranero popular. Como no iba a ser cazurro si su padre era cazurro sanabrés, lo mismo que de don Quijote, admirado por su perseverancia en “desfacer agravios, enderezar entuertos y proteger doncellas”. De poder pedirles una última aventura, elegiría la cruzada para que ni Cazurros ni Pendones sean otra cosa que lo que los leoneses llevamos con tanto orgullo y dignidad.

Porque ya está bien, y perdonadme mis palabras cazurras cuando digo que “de burla a Cazurros y Pendones, ya voy estando hasta los cojones”.

Y punto.