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lunes, 2 de enero de 2017

Los zapatos de los reyes.





Mucho antes de que la globalización y las nuevas tecnologías nos enseñaran tradiciones de lejanos países, hace casi 50 años, y hablo por experiencia propia, y mucho antes por lo que he preguntado, en la noche de Reyes los niños de esta comarca y más allá ya limpiábamos los zapatos, o buscábamos calcetines, para colocarlos en la ventana. Se decía que así al pasar los Magos verían que eran de niños, y no se olvidarían de dejarnos regalos.

Creo que fue mi madre, quien nos explicaba con infinita paciencia de narradora por vocación y entretenedora por necesidad cada Navidad el porqué de aquella tradición. Todo había comenzado en Belén, el lugar más famoso de todos los tiempos, en el portal donde se albergaba una vaca y una mula. Allí había nacido un niño especial al que todos iban a conocer, entre ellos dos hermanitos. Por el camino de vuelta iban comentando la pobreza de aquel niño, al encontrarse en un lugar tan mísero, acostado en un pesebre, y decidieron regalarle unos calcetines y unos zapatos para cubrirle los piececitos, que debían estar aterecidos. Al llegar a casa, seleccionaron el mejor par de cada, limpiaron con un paño húmedo los zapatos para quitarle cualquier rastro de suciedad y sacudieron los calcetines con energía, por si albergaban alguna mota de polvo. Luego los pusieron al suave sol invernal, en el alféizar de la ventana, para que se secaran, con la intención de regalárselos al día siguiente, secos y calentitos.

Al ser de día se levantaron para ir cuanto antes al portal, encontrando sus zapatos y calcetines repletos de regalos. ¿Qué había ocurrido? Los Reyes Magos de Oriente, que por aquello de magos habían adivinado la buena intención de los hermanitos, decidieron recompensarles. Y por lo de reyes decretaron que los niños que se portaran bien, como los de la historia, y colocaran sus calcetines o zapatos en la ventana serían igualmente recompensados.

Bendita imaginación para entretener a los niños con leyendas tan simples y enternecedoras, y bendita candidez infantil que todo nos creíamos, hasta el punto de mantener cierta compostura por si los Magos descubrían nuestras travesuras y nos dejaban los calcetines y zapatos vacíos.

Pero nunca es tarde para conocer alguna nueva historia que nos retraiga a los inocentes años de infancia. Precisamente dando forma al Belén de nuestra Iglesia, mi compañero Matías me pedía poner la vaca, y no la mula, cerca del niño Jesús. Yo que soy tanto de preguntar, insistí en conocer el porqué de aquella sugerencia. Pues resulta que también en el Portal de Belén, en la fría noche en la que nació Jesús, la vaca, en su instinto maternal no se separó ni un momento de al lado del recién nacido, para aportarle el calor de su cuerpo, y cuando no, el de su aliento. La mula, tozuda, solo pensó en si misma, en dormir tranquila sin preocupaciones. Por todo esto, el Dios que rige el mundo concedió a la vaca el don de la fecundidad, del que privó a la mula por su nefasto comportamiento, quedando estéril por toda la eternidad.

Este año, para dicho Belén de nuestra Iglesia Parroquial, hemos elegido el tema de la carpintería, el oficio de San José, el noble artesano minimizado en las sagradas escrituras, del que solo conocemos unos pocos datos de su vida en la infancia de Jesús. Valga como homenaje a su personalidad, al trabajo, o a lo que cada cual estime. Todas las herramientas son antiguas, casi en desuso, la mayor parte para mi tan familiares como que son con las que mi padre fabricaba lo que por su época de actividad era menester. Y las virutas que Matías y yo mismo arrancamos de un trozo de madera al lado mismo del Jesús niño, como si dos mil años solo hayan sido un suspiro.

La Navidad comenzó en Vidriales prematuramente, el 23 de diciembre en el mismo corazón para todas las extremidades, en el Santuario de Nuestra Señora del Campo con el pregón de Navidad en boca de Teresa Peral, de Congosta. A continuación el diácono del Centro Pastoral, Fernando García, bendijo el Niño que todas las fiestas será posible adorar como es tradicional y el Belén representativo de todos los belenes del valle. Luego el presbiterio se transformó en un improvisado escenario para acoger al trío Son de los Valles, en su extraordinario concierto de villancicos de nuestra zona, olvidados y desconocidos, pero no por ello menos preciosos, al contrario, y así lo demuestran los aplausos de los asistentes. Por último, un refrigerio para acompañar los primeros deseos de Navidad.

Y es que es tiempo de deseos, de sueños de riqueza, de una vida nueva… Yo voy a irme a los mismos tiempos del nacimiento de Jesús para lanzar mi deseo para el nuevo año, de puño y letra de Quinto Horacio Flaco, (65 AC-8 AC.):
“Si estás bueno del estómago, y no te duele ningún costado, y puedes andar con tus pies, ninguna otra cosa mejor te podrán añadir todas las riquezas de los reyes.”

Feliz Navidad, salud para el nuevo año, y que los Reyes Magos nos llenen los zapatos y calcetines con la candidez de un niño, para apreciar realmente lo poco o mucho que tenemos, y dentro de un todo lo nada que necesitamos para alcanzar la felicidad.

¡¡¡2017, ahí vamos!!!









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