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miércoles, 29 de marzo de 2017

El secreto del cantero, en el cuarto milenio.


La carretera LE-ZA 110, o ZA-LE 110 (tanto monta), cruza el valle de Vidriales Norte-Sur, o Sur-Norte (monta tanto), con un par de “trucos”. Recalco tanto lo de una cosa u otra por el primero de ellos: en sus 34 kilómetros y pico solamente hay 17 postes kilométricos en sentidos opuestos, lo que indica que los señores que están al cargo de las carreteras no se pusieron de acuerdo dónde sale y dónde termina, y por tanto dónde comienzan a contar los kilómetros. Así que aplicaron el truco de Salomón, comenzar a contar por los extremos, y que sea lo que Dios quiera. El segundo truco fue usar a su paso por el valle como firme la calzada Asturica Augusta-Brácara Augusta, mirad si eran holgazanes; de ahí viene el dicho de “eres más vago que la chaqueta de un caminero”. En su defensa diré que realmente discurre por menos trozos de los que cabría pensar, aunque hace unos años la señalizaran con miliarios como si fuera la original.

En la misma frontera de las dos provincias, en las inmediaciones de los kilómetros 17, llama la atención en dirección Este una sierra con mucha historia prerrománica a sus espaldas. Si es una montaña bella de por sí, ahora plantada de “molinos” hace que inevitablemente volvamos la vista al pasar, atraídos por el movimiento. Es como el truco del rabo de lagartija; por voluntad propia este animal sin defensas se desprende de la última parte de su cola para embobar al depredador y correr a esconderse. Cuidado al conducir, este truco puede tener consecuencias peligrosas reales.

Y ya que hablamos de trucos, voy a desvelar uno de cuarto milenio, y no, no es el de Iker Jiménez. Un cuarto milenio, o sea, 250 años hace que se terminó la torre del Santuario de la Virgen del Campo según dejó grabado el cantero en las últimas piedras, con un 17 en sus primeras cifras: 1767. Este templo está situado en el corazón de Vidriales, en el cruce de la carretera de los dos 17 (en parte la vía romana 17 de Antonino) con la carretera que baja el valle paralela al Almucera, la ZA-P-2554, coincidiendo en muchos sitios con otra calzada romana, la Vía Lusitania-Petavonium. Ésta carretera comienza en Cubo de Benavente y termina en Colinas de Transmonte, quedando el Santuario exactamente a 17 Km. del principio, casualidades que bien merecen un cuarto milenio de la tele un año como éste: 2017.

El Santuario de la virgen del Campo es sin duda el edificio más fotografiado del valle, porque ciertamente es hermoso, armonioso, esbelto… Siempre me ha llamado la atención el campanario, de una altura muy adecuada al tamaño del templo. De la misma época y estilo es la torre del Santuario de la Virgen de Castrotierra, y para mí la afea su demasiada altura. Esta torre vidrialesa esconde un truco encontrado por casualidad, algo dejado a propósito por el hábil arquitecto que la diseñó, muy probablemente el mismo maestro cantero que supervisó y trabajó en la construcción de esta obra de arte. A media altura, en el lado sur, un reloj de sol marca la precisión del medio día, y aproximadas otras “horas” anteriores y posteriores. Es un “reloj de misa”, y se pueden ver en muchos edificios religiosos; simplemente es un objeto curioso, sin más. A la misma altura, en medio de la parte oeste, pero en un lugar poco apropiado por desproporción podemos ver una hermosa ventana, la más bonita del edificio que además señala una fecha, seguramente la de comienzo de la torre: 1750. Debería estar mucho más alta, casi a la altura de las pequeñitas ventanas de las partes norte y sur. Algo tuvo que pasar para abrirla ahí, para que la estética tenga menor valor que su objetivo. El primero que cabe pensar es el de iluminación, y sigue estando baja; otro podría ser el de usarla para otear, y para eso están los ventanales de las campanas. No, y repito, la casualidad descubrió “el truco del cantero”.

Hace algún tiempo me fijé que el sol del atardecer entra por la ventana, como es obvio, pero también por la puerta, iluminando el interior del templo por algunos minutos. Comenté esta curiosidad con alguna gente, y mi hipótesis al respecto, algo que se debería comprobar en una fecha que señalé en el calendario, a una hora más o menos calculada con sencillez.

Pues he aquí que llegó el día, y me lo recordó quien también me acompañó como testigo y colaborador en el descifre del enigma, Alberto Acedo, quien además gusta de participar en cuanto se organiza en el Santuario. Con el permiso correspondiente abrimos la puerta del campanario y en cuestión de minutos se produjo el “milagro”: la luz del sol entra por la ventana, coincide con la puerta del campanario y se estrella en medio del altar mayor, o antiguamente, cuando el cura decía la misa de espaldas, justo en medio y a los pies del retablo. Estamos ante un efecto conocido como “la luz equinoccial”.

¿Cuándo se produce? Los días del equinoccio, hacia el 20 o 21 de marzo y el 22 o 23 de septiembre de cada año, y pocos días anteriores y posteriores.
¿Cómo se produce? Hacia las 5 horas solares de la tarde del reloj de misa, (o las 17 horas, mira, otro 17), momento en que el sol ilumina únicamente en la torre la cara oeste, se deja de ver el reloj de sol, y el templo se alinea con el astro rey. El cantero calculó la altura de la ventana, de la puerta, y la distancia a la parte más baja del retablo mayor y su centro para crear el efecto mágico de la luz.
¿Por qué este empeño? Es conocida la importancia del equinoccio en la Iglesia Católica; recordamos que el Domingo de Pascua, la fiesta principal del cristianismo, es el primer domingo después de la luna llena tras el equinoccio de primavera.

Y quizás haya una explicación mucho más sencilla. El maestro sabía de la vida que da la luz del sol; incluirla en su edificio era como dotarlo de vida para siempre. El próximo equinoccio de otoño celebraremos el cuarto milenio aniversario de la torre con un fin de semana especial: del 22 al 24 de septiembre propongo abrir al público el Santuario, y quien sabe, quizás entre todos descubramos el nuevo secreto que Alberto y yo creemos haber intuido, un detalle que mejora la alineación con muchísima mayor precisión.

Hemos necesitado de un cuarto milenio para descifrar el secreto del cantero, y estoy convencido que ese era su deseo. Me lo imagino allá donde quiera que esté con una sonrisa de oreja a oreja, satisfecho de un trabajo que sigue vivo cada año por dos veces, con exactitud hasta la eternidad.















6 comentarios:

  1. ¿Se habrán develado todos los secretos del cantero? Muy buena la capacidad de observación y conclusiones por los detalles. Mi padre que también se llamaba Joaquín tenía esa capacidad de observación por las construcciones antiguas y las razones de los detalles y curiosamente tengo un hermano que también se llama Joaquín y tiene la misma capacidad de observación... esto nos lleva a pensar que talvez esa característica de observación este relacionada con el nombre Joaquín.

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  2. Cuantos secretos que no sabemos de los tesoros arquitectónicos de nuestro valle!

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  3. Muy bueno Maestro eres un crack

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  4. Las ciudades romanas estaban cruzadas de norte a sur por una calle denominada Cardus Maximus y por otra de este a oeste denominada Decumanus Maximus. En la intercesión del Cardo con el Decumano se encontraba el foro (la Plaza Mayor), centro vital de la población donde se ubicaba el mercado, las instituciones públicas, los templos... Las carreteras ZA 110 y ZA-P-2554 corresponden más o menos al Cardus y Decumanus de la ciudad de Petavonium. Se sabe que en esta ciudad había un templo dedicado al Dios Hércules, que estaría situado en el Foro, más o menos donde hoy se en cuentra el Santuario de la Virgen del Campo. ¿Casualidad? Creo que no. Tiene su lógica. Además, en el interior del templo hay un pozo de agua que, según me han dicho, es de construcción romana.

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  5. SIN PALABRAS. FELICIDADES , CULOS INQUIETOS.

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  6. Cuando menos lo esperas salta la liebre de la noticia interesante, tanto por sí misma como por el lugar al que afecta. La información de El Tijoaquín sobre la construcción del Santuario de la Virgen del Campo creo y espero que, con el tiempo, vaya a traer consecuencias religiosas, culturales y sociales, e incluso económicas, agradables para el Valle de Vidriales. Este punto geográfico, junto con Petavonium, tiende a ser núcleo religioso, centro cultural y social para la cohesión y unión de los habitantes de todos los pueblos que conforman la comarca vidrialesa. Animo Joaquín para seguir trabajando y llevar a cabo tus magníficas ideas. ¡Que ese número XVII, bien sonante y algo mágico y cabalístico, siga dando nuevas "sorpresas"!

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