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jueves, 24 de agosto de 2017

Engendros goleada, locales cero.


Atención pregunta: ¿En qué se parece el atentado de Barcelona al incendio de La Cabrera? Pues en que no perdemos el partido por los dos goles que ya nos metieron los contrarios, lo estamos perdiendo por nuestra goleada en propia puerta.

A ver, la principal táctica del equipo “Engendro”, los del campo contrario, es hacer daño y crear polémica; y ahí tenemos dos goles limpios, de manual. No hace más que comenzar el partido y ya desde las gradas urge una reflexión, y es que no nos ponemos de acuerdo ni en estar de acuerdo y jugar en contra de los engendros. No arde el monte, arden las noticias, arden las redes sociales con vídeos y fotografías espantosas; y mientras comienzan a aparecer las primeras babas, los primeros autogoles. Babosas babas que ni siquiera sirven para apagar una sola cerilla, al contrario, arden como la gasolina alimentando la increíble hoguera en la que el mismo Vulcano, experto en llamas, no pasa de mero aprendiz. Y entre tanto no es difícil imaginar la cara de satisfacción de los engendros con cada nueva patada al balón en propia red, nuevo vídeo, nueva foto, más humo, más caritas tristes…. Lo penoso es que solo vamos por el minuto uno, y queda mucho campo por recorrer, aunque cada vez menos.

Por la otra banda corren otros engendros, subidos en furgoneta a toda leche. Y vemos a los de aquí en bici y con palos en las ruedas. Risitas en homenajes de las instituciones, los otros chantajeando con ir o no ir a la foto, los delanteros quieren hacer otro equipo aparte, los defensas mirando “pa las apabardas”… El portero no sabe para donde atender, no hace más que levantar la mano pidiendo cambio por bullying. Y sí, también hemos podido ver la cara de absoluta calma de los engendros en no se cual gasolinera, con bromas y todo. Total, con el primer gol ya aseguraron el partido.

Lo de partido nunca mejor dicho, con un árbitro llamado Tiempo, que para eso lleva el reloj en la muñeca. Como nos siga sacando tarjetas rojas al final no jugarán más que los engendros. Más agua, que los nuestros se asfixian, coño. A ver, controlad el fuera de juego…!!! Entrenadooooorrr!!!

En fin, está claro que ni me gusta, ni entiendo de fútbol. Yo soy más de compartir gatitos. ¿A que son monos?

Miaoooo…

domingo, 6 de agosto de 2017

Esta fragua no se cierra.


En un lugar de Vidriales,
Santibáñez, “pa” más señas,
que levante el pie el pequeño,
el grande incline la testa,
el curioso abra los ojos,
quien quiera oír, las orejas;
no se queden en la calle…
por favor, pasen y vean.

Cruzando el local angosto
podremos ver, a la izquierda,
la fragua de tío Ginés,
que templara tantas rejas
y zadones, herraduras,
lo que la gente quisiera.
Ginés enseñó al sobrino
Manolo y dejó herencia.

Después el macho pilón,
y el taladro, con correas,
el esmeril, el soplador,
y el motor que los maneja.
Luego está la soldadura,
una nueva y otra vieja,
y la máquina de corte
quedó atrás, a la derecha.

Medio siglo machacando,
desde el alba a noche negra;
sufre y sueña, hasta que un día,
por fin el júbilo llega.
Los recuerdos y saberes
en el artista despiertan;
es amor por el trabajo:
esta fragua no se cierra.

Al fondo una ventana
quiere alumbrar una mesa;
amontonado desorden
donde el genio todo encuentra.
Aquí trabaja Manolo
lo que dicta su cabeza,
a poder ser en el hierro,
y cuando no en la madera.

Aquí nacieron la casa
de la fábrica, la Iglesia,
el arco, icono del ferial,
chimenea y alcoholera.
Miniaturas de labranza,
de máquinas y herramientas;
Sancho y Quijote defienden
el lugar donde se muestran.

Hizo el carro de las vacas…
no le falta ni una pieza,
con los clavos y tornillos,
tentemozos y bracera,
y las pernillas de acarrear,
como antaño, “pa” las eras;
tantos radios y pinazas…
y los aros en las ruedas.

Si algún día me jubilo,
Dios me dé salud, quisiera
ser parecido a Manolo,
a su edad tener su fuerza,
su alegría y saber estar,
su maestría y paciencia.
Acabo aquí… por terminar;
que, por decir… ¡cuánto queda!

---ETJ---