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miércoles, 14 de marzo de 2018

Se muere mi pueblo.


No es porque sea otro más,
es que ya son muchos menos;
y lo que queda por llegar…
qué tristeza, y desconsuelo.

Las campanas llamando van,
encordan, hay otro muerto;
horror me produce el pensar
que el pueblo muere por dentro.

Otra casa se va a cerrar,
¿cuantas son ya?, ni me acuerdo;
el cementerio a rebosar,
y las calles... un desierto.

Y los niños… ¿dónde están?,
¿qué fue de los nacimientos?;
restar, dicen, y no sumar,
hacen lo grande pequeño.

Es así nuestra realidad,
y esto no tiene remedio;
solo queda honrar y enterrar,
y dejar correr el tiempo.

-----ETJ-----

jueves, 8 de marzo de 2018

¿Basura?... no, gracias.






Ha sido ayer a primera hora de la mañana. Parece ser que a alguna “persona” le quedaba más cerca el monte que el contenedor de al lado de su casa para depositar sus deshechos. El punto elegido está al lado de la carretera, a 1,5 Km. o 2,5 Km. desde los pueblos más cercanos, Carracedo o Ayoó. La bolsa, abierta y por más de la mitad, es la típica de basura; lo que indica que no es un error, y que hubo intención en hacer la guarrada.

Al bajar a mi trabajo la he visto, y he sentido la necesidad de parar y terminar lo que su dueño o dueña dejó a medias, depositarla en un contenedor. Curiosamente, no he tenido sentimientos negativos para semejante falta de educación, solo me ha invadido una inmensa tristeza. Inevitablemente he mirado dentro y he visto el reflejo de la personalidad del sujeto: “por sus frutos los conoceréis”, dice una famosa cita bíblica.

Me parece imposible explicarle a ésta “persona” los motivos por los que ha hecho mal dejando allí su bolsa, porque por su mentalidad no entenderá ningún argumento por razonado que sea. No valdrá la sanidad, la belleza paisajística o la riqueza natural de nuestro entorno, y la necesidad de mantenerlo igual que lo encontramos, si es que no nos proponemos mejorarlo. No, porque por encima de todo estará su “persona” y su bolsa.

Aunque más raro me parece lo que ocurre en la otra parte de mi desplazamiento al trabajo. En “el camino de conventico”, esa medio-carretera que discurre estrecha y sinuosa entre San Pedro de la Viña y Santibáñez. No sabría decir si alguien bebe y pincha los recipientes en los lados del camino, o si unos beben y otros pinchan; el caso es que más de medio centenar de envases se pueden ver ensartados en cualquier vegetal que los sustente. Vamos, que esto debe ser lo que toda la vida se llamó “una mierda pinchada en un palo”.

No sé que decir. El caso es que he visto cosas peores en los museos de arte contemporáneo. Recuerdo aquella vez que el servicio de limpieza arruinó una obra por hacer bien su trabajo (1). Aunque puedo, y me apetece, no voy a escribir para estos o estas “artistas”, con la esperanza de que lo lean, reflexionen y dejen de ensuciar el espacio de todos. Quienes actúan así no los veo capaces de leer cuatro palabras seguidas, pero ya que estoy, les pondré solo tres:
¿BASURA?... NO, GRACIAS.